Fiasco en taquilla

El duelo que perdió Ridley Scott

El fracaso de ‘El último duelo’, según el director, es culpa de los jóvenes y no tiene nada que ver con el hecho de que sea una película lenta y dura de más de dos horas y media

Matt Damon y Adam Driver, en 'El último duelo'.

Matt Damon y Adam Driver, en 'El último duelo'.

Mónica Vázquez

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Vi el tráiler y no quise ir al cine a verla. La idea de estar en una sala, a oscuras, atrapada en una historia tan aterradora y común a la vez me parecía insoportable. Leí las opiniones que encontraba 'online', algunas favorables, otras no tanto, pero la división parecía inescapable: o era un peliculón o era de lo peor que habían visto durante el año. Una película de Ridley Scott tiende a escapar tremebundas polaridades, pero ahí estaba una de las películas con mayor presupuesto del año, hundiéndose en taquilla

‘El último duelo’ es una película histórica dirigida por Ridley Scott y basada en el libro con el mismo título de Eric Jager. Matt Damon y Ben Affleck no solo actúan en esta película sino que también escribieron el guion junto con Nichole Holofcener. Y, para terminar la colección de nombres ilustres, Adam Driver y una siempre excelente Jodie Comer completan el elenco protagonista, comiéndose la pantalla con unas interpretaciones que de tan precisas parecen extenderse más allá de la pantalla. 

Decía Scott en una entrevista hace poco que el motivo por el que su película no ha sido el éxito de taquilla que merecía ser es de los ‘millennials’, que rechazamos el cine de calidad y vivimos enganchados a los teléfonos móviles y las redes sociales. Culpa de la “gente joven”, que no sabemos lo que es bueno. El fracaso de ‘El último duelo’, según el señor Scott, no tiene nada que ver con el hecho de que sea una película lenta y dura de más de dos horas y media en la que tenemos que presenciar, en detalle y repetidas veces, una violación. Nada que ver con el hecho de que el suceso descrito refleje una realidad que emponzoña y desgarra la vida de infinidad de personas. Recuerdos, pesadillas, historias ajenas que sentimos como propias, nos saludan con crueldad desde la pantalla. Pero es culpa nuestra, claro que sí, porque no sabemos disfrutar de una oda a la oscuridad que nos persigue siempre que caminamos solas de vuelta a casa tras un largo día de pelearnos contra el mundo. Culpa nuestra, para variar.

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