Nómadas y viajantes
¿Habrá efecto Boric en América Latina?
Ramón Lobo
Periodista
Periodista
Aunque Chile tiene singularidades no exportables a otros países, es evidente que la victoria del izquierdista Gabriel Boric tendrá efectos en América Latina, sobre todo en Brasil, que celebrará elecciones presidenciales en octubre de 2022. Está en juego la continuidad de Jair Bolsonaro, un trumpista que gusta a José Antonio Kast, el ultraconservador derrotado por Boric. El expresidente brasileño, Inácio Lula da Silva, encabeza las encuestas. Es el gran favorito.
En el segundo puesto está el juez Sérgio Moro, uno de los arietes en el proceso de destitución de Dilma Rousseff y que estuvo 15 meses en el Gobierno de Bolsonaro. Encabeza un partido de centro derecha llamado Podemos que cuenta con figuras como el exfutbolista Romario. Es un fenómeno en alza: tiene el apoyo de medios de comunicación y de una clase empresarial que no desea el regreso de Lula.
Boric tomará posesión de la presidencia de Chile en marzo de 2022. En julio debería estar lista la nueva Constitución. Serán meses de gran efervescencia que coincidirán con otras elecciones importantes: las de Colombia. Su primera vuelta se celebrará el 29 de mayo.
Comicios en Colombia
Tres agrupaciones se disputarán la jefatura del Estado. El izquierdista Gustavo Petro, que lidera Pacto Histórico, es el gran favorito. Su principal rival saldrá de la Coalición Centro Esperanza, que cuenta con el apoyo de Ingrid Betancourt. Su candidato se decidirá en unas primarias el 13 de marzo. La tercera lista, Equipo Colombia, es la derecha pura. Un uribismo en horas bajas trata de situar al frente a su candidato Óscar Iván Zuluaga.
Álvaro Uribe fue presidente entre 2002 y 2010, uno de los periodos más violentos de la guerra contra las FARC. Se le ha vinculado con el paramilitarismo y sus crímenes. Uribe está en guerra contra Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Le enfureció el último informe que deja en mal lugar a su patrocinado, Iván Duque. Asegura que es una injerencia en la soberanía de Colombia. Pertenece a ese tipo de políticos que creen que la tortura, los falsos positivos y las matanzas son un asunto interno.
Petro perdió la segunda vuelta de las presidenciales de 2018. Duque ganó 56,39%-42,61%. Ha aprovechado estos años para construirse una imagen nacional (es más urbanita; fue alcalde de Bogotá) y formar una coalición a su medida. Ni él ni Lula son comparables al fenómeno Boric, que surge de las protestas callejeras de octubre de 2019, una especie de 15M chileno que ha puesto patas arriba el edificio institucional heredado de la dictadura de Pinochet. Boric y su generación (tiene 35 años) representan un intento de corte con el ultraliberalismo.
Izquierda en Honduras
Más al norte, en Honduras, otro país castigado por el narco por ser ruta preferente de tránsito hacia EEUU, la izquierdista Xiomara Castro venció en las elecciones celebradas en noviembre. Tomará posesión del cargo el 27 de enero. Allí estarán Lula, Dilma Rousseff y Evo Morales.
Lo ocurrido en Chile refuerza la opción de una tercera vía pragmática, más a la izquierda que la clásica, diluida en su incapacidad de generar un cambio real, y alejada de otra populista rica en eslóganes que pasó de la utopía al autoritarismo. Son los casos de Nicaragua, una dictadura matrimonial, y Venezuela, un asunto complejo.
Venezuela tiene un régimen autoritario a la defensiva que extravió los sueños de Hugo Chávez y que muestra una incapacidad para la gestión, más allá de la caída del precio del petróleo y la presión de EEUU. El país está empobrecido con amplios sectores del chavismo hartos de Nicolás Maduro que no confían en una oposición clasista y dividida, heredera de los dos partidos que se turnaron en el saqueo de Venezuela tras la caída del dictador Pérez Jiménez, en enero de 1958. Uno de ellos, el socialdemócrata Carlos Andrés Perez, de Acción Democrática y amigo de Felipe González, batió todos los récords de corrupción. En su segunda presidencia creó las condiciones para el asenso de Chávez.
Esa oposición a Maduro nunca ha tenido un discurso que incluya a los pobres. Por eso no puede desalojarlo del poder, y más si su oferta es meter en la cárcel a los generales que le dan apoyo. Venezuela necesita construir una vía intermedia, nacional y democrática, y menos injerencia exterior. Todos tienen suerte de que Biden no sea Nixon ni Kissinger. Los tiempos han cambiado, pero las amenazas de involución siguen vivas. Las clases altas siguen pensando que la política es una extensión de su cortijo, un ordeno y mando.
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