Ágora

España deber ser plurilingüe

Todos los nacionalismos terminan defendiendo un monolingüismo: el de 'su' lengua. Olvidan con esto que las lenguas nos pertenecen a quienes las usamos

Pancarta en favor del catalán, a las puertas del colegio Turó del Drac de Canet.

Pancarta en favor del catalán, a las puertas del colegio Turó del Drac de Canet. / ACN

Carles Vivancos

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La defensa de la pluralidad cultural y lingüística es un signo de identidad del federalismo paneuropeo. Y, por este motivo, uno de los cimientos de la construcción de la Unión Europea. Aquella defensa de la pluralidad es el resultado del esfuerzo por superar la tragedia a la que los nacionalismos, mutados en totalitarismos, condujeron a Europa a mediados del pasado siglo.

La Constitución Española del 78 se consensuó dentro de este marco, social y político, de defensa de la diversidad. Con este mismo espíritu, en Catalunya la ley de Normalización Lingüística del 83 disfrutó de un apoyo parlamentario (y social) casi unánime. También por esta razón fracasó el intento de convertir la escuela Rosselló Porcel, de Santa Coloma de Gramenet, en la primera 'escola catalana' de la red pública. Entonces no quedó claro cuál iba a ser el nombre de las otras escuelas: ¿'escola no-catalana'? ¿'escola castellana'? ¿'escola espanyola'? El proyecto de crear una doble red, diferenciada en función de la lengua vehicular en la educación, naufragó frente a la voluntad mayoritaria de construir una red escolar única que garantizara el conocimiento de las dos lenguas cooficiales de entonces, el catalán y el castellano, a todos los niños y niñas de Catalunya. Con independencia de su lugar de nacimiento o de su entorno sociolingüístico.

Durante las más de tres décadas transcurridas desde aquel acuerdo central de la sociedad catalana se han producido diversos intentos de abrir una 'guerra de lenguas' en Catalunya. La lengua, el catalán o el castellano según los casos, la han querido usar como instrumento de agitación política, los diversos nacionalismos. Todos los nacionalismos terminan defendiendo un monolingüismo: el de 'su' lengua. Olvidan con esto que las lenguas nos pertenecen a quienes las usamos.

Todos los nacionalismos activos políticamente en España huyen de la defensa del plurilingüismo. Es decir, de la defensa del derecho individual a conocer y poder usar las lenguas propias. Esta defensa solo se puede entender a partir de crear las condiciones apropiadas para conocer las diferentes lenguas (como persigue la inmersión lingüística en Catalunya) y para favorecer su uso de forma práctica (como perseguía el proyecto de ley orgánica de Reconocimiento y Amparo de la Pluralidad Lingüística de España, presentado en el Senado por el Grup de l’Entesa pel Progrés de Catalunya, en enero de 2013, y desechado por el PP, que contaba con la mayoría absoluta en la cámara). Desde entonces, ni los 'defensores del catalán' ni los 'defensores del castellano' han hecho el menor esfuerzo para buscar fórmulas consensuadas que desarrollen el artículo 3.3 de la CE78. Aquel que reza: “La riqueza de las diversas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Es hora de enmendar este abandono.

Sin duda alguna, ni los defensores del catalán ni los defensores del castellano recuerdan que, desde el 18 de marzo de 2007, la convención de la UNESCO sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales forma parte de los fundamentos jurídicos de la UE. Por esta razón, no resultará difícil encontrar fórmulas que permitan garantizar la presencia de las distintas lenguas españolas en la oferta audiovisual de las diferentes plataformas de vídeo en línea. Bastaría, por ejemplo, ayudar a que todos los largometrajes y series que se produzcan en España cuenten con doblajes y/o estén subtitulados en las diferentes lenguas españolas. Y hacer que los diferentes operadores se obliguen a poner a disposición de los espectadores toda esta riqueza lingüística.

Es necesario recuperar el espíritu inspirador del proyecto común europeo y del consenso de la CE78. La defensa del plurilingüismo en España es la defensa de la riqueza de la diversidad. Nuestros marcos de convivencia en Europa, en España y en Catalunya, nos dan las herramientas para construir el espacio de convivencia y diversidad que necesitamos. Usémoslas.

Olvidar los errores del pasado nos acerca al riesgo de repetirlos. Europa y España no pueden volver a pasar un enfrentamiento devastador entre nacionalismos. Catalunya tampoco.

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