Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial
Editorial
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El drama que aflora la pobreza extrema
El incendio en que murieron cuatro personas de una misma familia en Barcelona recuerda que el problema de la infravivienda sigue sin resolverse
Un año después del trágico incendio en una nave de Badalona (con cuatro muertos y decenas de heridos), tenemos que lamentar una nueva desgracia, esta vez en Barcelona, en unos bajos de la plaza de Tetuan. Un local que no era ni tan solo una vivienda abandonada, sino una antigua oficina bancaria. Con el mismo número de víctimas mortales, con el drama añadido de dos menores de poca edad entre ellas, y con cuatro personas más afectadas por el humo provocado por el fuego, el incidente vuelve a interpelarnos como sociedad. «Vivían en unas condiciones inaceptables», ha declarado el ‘conseller’ de Interior Joan Ignasi Elena, en un bloque en el que había habido distintos altercados en los últimos meses y en el que, la misma noche de los hechos, pocas horas antes, se había producido un incidente de convivencia entre vecinos en el que tuvieron que intervenir los Mossos.
El lugar del siniestro formaba parte de los espacios ocupados en Barcelona, según un informe de la policía a raíz del mencionado incendio de Badalona, con una lista de unos 40 locales o naves en una situación altamente peligrosa. Al mismo tiempo, se da el caso que la familia afectada por el incendio era atendida desde hace tiempo por los Servicios Sociales del ayuntamiento, con ayudas médicas y alimentarias y con la escolarización del hijo mayor. No se trata, pues, de un caso desconocido, sino que estaba bajo el radar de protección municipal, cosa que añade un punto de desconcierto a la tragedia. El hecho de que las víctimas no hubieran pedido ayuda antes, como esgrimió el ayuntamiento, resulta una justificación insuficiente para que la administración descartara ofrecerles una alternativa habitacional, si conocía su situación. Las circunstancias aún están por aclarar, pero en la noche más fría de este otoño y en el entorno en el que vivían las víctimas, todo hace pensar que, como ocurrió en Badalona, el incendio pueda deberse a la necesidad de calentar una vivienda que no reunía las condiciones mínimas para calificarse como tal. El trágico suceso de la plaza de Tetuan vuelve a poner en evidencia que la pobreza extrema mata.
La problemática de este caso nos indica al menos dos cosas. Que el seguimiento de situaciones críticas, con el trabajo de quienes asumen responsabilidades para aminorar los efectos de la falta de vivienda, no asegura, por desgracia, una protección total de personas con vidas en precario, ante la falta de medios adecuados para dar soluciones efectivas. Y que, como sociedad, no podemos permitirnos la indignidad de un contexto que, como ha ocurrido ahora, se convierte en una trampa mortal. Se tiene constancia de que al menos otras 865 personas viven en chabolas, naves y locales en Barcelona como la familia fallecida ayer. Si la respuesta es solo el lamento por la tragedia, se queda corta. n
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