10 años del fin de ETA
Editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Otro paso hacia la convivencia

La deposición de las armas por parte de ETA supuso una victoria de la sociedad española sobre el terror, pero no se han cerrado todas las heridas

Vídeo del anuncio de ETA

Vídeo del anuncio de ETA

El reconocimiento, por parte de Arnaldo Otegui, de que el sufrimiento de las víctimas de ETA «nunca debió haberse producido» constituye un paso más en la difícil pero necesaria superación del daño producido por la organización terrorista durante más de cuarenta años. Pronunciadas es vísperas del décimo aniversario de la histórica declaración con la que ETA puso fin a su sangrienta actividad armada, las palabras del coordinador general de EH Bildu suponen la crítica más inequívoca de la trayectoria de ETA por parte de la izquierda independentista vasca. Es cierto que Otegui no utilizó el verbo condenar, como le reclaman las asociaciones de víctimas del terrorismo, pero expresó su pesar y su dolor por el sufrimiento padecido por la víctimas del terrorismo, precisando que se refería a las de ETA. «A nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo», concluyó Otegi, en unas declaraciones que pasarán a la historia del fin de la violencia en Euskadi. 

Corresponde valorar positivamente unas declaraciones que pueden contribuir a restañar las heridas provocadas por más de cuarenta años de un terrorismo que dejó un saldo pavoroso de cerca de 864 muertos y más de siete mil victimas. Sin embargo, para que las palabras del líder de EH Bildu tengan un impacto sostenido en la superación del trauma colectivo provocado por la actividad criminal de ETA, deben ir seguidas de gestos políticos por parte de la izquierda aberzale que vayan en la misma dirección. Entre otros, el cese de los actos de recibimiento de algunos presos etarras en algunas poblaciones vascas que adoptan la forma de homenajes incompatibles con el respeto a las víctimas.  

La evolución de Otegi es el resultado de múltiples causas, en particular la derrota militar que sufrió ETA y que llevó a la organización a deponer las armas el 20 de octubre de 2011 y a disolverse el 3 de mayo de 2018. José Luís Rodríguez Zapatero es sin duda el político que con más propiedad puede erigirse cómo el artífice de la estrategia que ha facilitado esta evolución, primero desde la secretaría general del PSOE y luego desde la presidencia del Gobierno. Este papel le fue reconocido por el reciente congreso del PSOE, cuando Zapatero puso en pie a los delegados al recordar que «España es ya una democracia sin terrorismo, pero una democracia con memoria, la de las víctimas, sus familias, los que sufrieron asesinato o secuestro», y al concluir que «la fortaleza y la superioridad moral de la democracia siempre se impone».

La deposición de las armas por parte de ETA y su posterior disolución supusieron, efectivamente, una victoria de la sociedad española sobre el terror. Como también lo es, en cierto modo, el reconocimiento de Otegi que, no por tardío, deja de tener una gran significación. Desconocerlo, como hacen los partidos de la derecha, supone menospreciar la fortaleza de nuestra sociedad y de nuestra democracia. Sin embargo, con los pasos dados hasta ahora por la izquierda aberzale no se cierran todas las heridas causadas por el dolor y la persecución que sufrieron muchos vascos que no comulgaban con las ideas de ETA, y aún menos con sus métodos. Acabar con esta persecución, que ha sido abordada recientemente por la literatura y por el cine vascos, requiere una labor paciente, en el seno de la sociedad civil vasca, a favor de una convivencia en libertad. Una tarea en la que deben comprometerse todas las fuerzas democráticas.