Pros y contras

Josep Maria Fonalleras

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Jugar en una mesa

Hay una campaña en marcha que aboga para que este noble arte de sentarse y competir con fichas, recorridos, estrategias e inteligencia, de manera artesanal, presencial y vital, sea entendido como cultura

Jóvenes jugando al juego de mesa Catan, en Barcelona

Jóvenes jugando al juego de mesa Catan, en Barcelona / ELISENDA PONS

El Gobierno español ha anunciado que los jóvenes de 18 años tendrán acceso, en 2022, a 400 euros para gastar en "productos culturales". Es una excelente noticia. El problema llega a la hora de definir 'cultura'. El ministro Miquel Iceta ya ha advertido que este dinero no servirá para ir a los toros, lo cual es muy loable. Y también se ha dicho que entrarán, aparte de los convencionales libros, cines, museos, teatros o música, los videojuegos. Quedan excluidos, sin embargo, los juegos de mesa.

Hay una campaña en marcha, liderada por personas como Joaquim Dorca, que lleva más de treinta años en el asunto, que abogan para que este noble arte de sentarse y competir con fichas, recorridos, estrategias e inteligencia, de manera artesanal, presencial y vital, sea entendido como cultura. Es una industria sin subvenciones, sufren un IVA desmesurado y viven en el limbo del entretenimiento, enemigo al parecer del disfrute intelectual. Mucha gente, yo mismo, ha aprendido más de la condición humana en una mesa (compitiendo y compartiendo) que en decenas de libros mediocres. Y esto también se llama cultura, es decir, la posesión de un conocimiento que es fruto de una experiencia íntima y compartida.

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