O trabajar o servir al país
La gente normal, cuando trabaja, no se preocupa por el país, sino por realizar bien la faena y cobrar a fin de mes. Un lacista, no
Hace unos días se jubiló un impresor de mi ciudad, y como ahora dispone de ratos libres, pergeñó un escrito de despedida en el que pedía perdón “a la lengua y al país” (Catalunya, por supuesto) por no haber hecho por ellos todo lo posible. Ya habrán deducido ustedes que se trata de un ya eximpresor lacista. Solo a un lacista se le ocurre despedirse del mundo al jubilarse y, sobre todo, solo a un lacista se le ocurre pedir disculpas al país, como si al país le importara algo el trabajo de un impresor, de un tendero o de un lampista.
La gente normal, cuando trabaja, no se preocupa por el país, sino por realizar bien la faena y cobrar a fin de mes. Un lacista, no, un lacista se pasa la jornada laboral pensando en cómo servir a Catalunya, a la Republiqueta y a sus líderes, el dinero no le importa porque ya llegará de alguna caja de resistencia. Eso debe repercutir en el rendimiento laboral, no es raro que el impresor haya tenido que dejar la actividad, mejor le habría ido si hubiera dedicado unos minutos a pensar en el trabajo y no tanto en “el país”.
Puedo entender que un impresor no sirva a la lengua como se esperaba de él, sea colando faltas de ortografía en cada papel que sale de sus máquinas, sea publicando textos infumables, y bien está que pida disculpas. Lo que no alcanzo a comprender es cómo hace para dejar de servir al país. ¿Se le encargó editar la declaración de independencia y aquel día se encalló la impresora? ¿Debía huir el Vivales en un camión de la imprenta que llegó tarde y hubo de hacerlo en el incómodo asiento de atrás de un coche (maletero según algunas versiones)?
Ser lacista es un engorro, no me extraña que se sientan todos tan oprimidos. Estás en la obra y mientras pones tochos debes pensar si estás sirviendo bien al país, estás subiendo al tercero una bombona de butano y sientes que el país te observa, estás en el taller reparando un carburador y te asalta la duda de si el país te lo va a agradecer. Es normal que nuestro impresor se jubile, esto no es vida. Lo insólito es que quede algún lacista trabajando.
No recuerdo que, al jubilarse de camionero, mi padre pronunciase majadería semejante, no lo recuerdo lamentándose por no haber servido bien al país, será que tenía aspiraciones más modestas. O será que temía que su propio hijo le echara de casa si soltaba una cursilería como esa.
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