Pros y contras

Apuntes sobre Beulas, pintor

Es un descubrimiento magnífico, sobre todo los de unos paisajes que me hacen pensar en el Zoran Mušič de los Dálmatas, ariscos y enigmáticos, desolados y fértiles en la memoria

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Josep Maria Fonalleras

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Un muchacho de Santa Coloma de Farners, Josep Beulas, vaga por una calle y se detiene ante una tienda donde venden de todo, Can 65, regentada por el señor Carles Vilallonga. Se detiene ante el escaparate y se embelesa con una caja de pinturas. Pregunta qué vale. Vilallonga le contesta: "¿Cuánto dinero tienes?". El chico no tiene demasiado, trabaja vendiendo caramelos. Cierran un trato: "Te llevas la caja y me vas pagando un poco cada mes". Un día, el joven Beulas le enseña su primer cuadro. Vilallonga lo mira y le dice: "No es necesario que me pagues nada más. Con esto basta". De todo esto hace casi cien años.

Esta pieza podría ser una de las que se pueden ver en la Casa de la Paraula de Santa Coloma, una exposición antológica del pintor con motivo de su centenario. Cuadros ("Els nostres Beulas") cedidos por colomenses que los tenían en casa. Es un descubrimiento magnífico, sobre todo los de unos paisajes que me hacen pensar en el Zoran Mušič de los Dálmatas, ariscos y enigmáticos, desolados y fértiles en la memoria. Aquel niño, más tarde pintor de larga trayectoria, es, en palabras de Antoni Solà, uno de los responsables de la muestra, "el hombre que se enamoró de la tierra abrupta".

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