Política

Hegemonías mínimas

El panorama de fragilidades va acompañado de unos sobreentendidos que no conseguimos entender y de palabras que no quieren decir lo que significan al pie de la letra

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y el secretario general de Junts, Jordi Sànchez

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, y el secretario general de Junts, Jordi Sànchez

Antonio Franco

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Tendremos que acostumbrarnos a intentar sobrevivir dependiendo de hegemonías mínimas. A escala estatal, hay una mayoría ajustada en el Congreso que refleja una superioridad del peso de la periferia frente a la parte central del mapa. Eso se considera antinatural, se rechaza y no deja dormir (ni estarse quietos) a los que están en minoría, que se consideran la esencia de la España eterna, la de verdad y, por supuesto, centralista. Pedro Sánchez gobierna desde esa primera hegemonía mínima, pero acosado por una hostilidad permanente, que ha sido palpable incluso durante una pandemia mundial o una agresión exterior de Marruecos.

Pero lo de Catalunya es todavía más sofisticado. Entre los independentistas hay una hegemonía mínima de ERC sobre Junts. Estos últimos la consideran circunstancial por la división de los expujolistas en varias listas de las últimas elecciones. Aunque vayan a gobernar juntos los dos socios compiten descarnadamente entre sí, necesitados ambos de desprestigiar al otro para cuando se vuelva a las urnas. Pero dentro de Junts hay asimismo dos bandos separados por otra hegemonía mínima, la que proporciona a unos que su gestor Jordi Sànchez esté aquí manejando al partido desde la inmediatez, mientras el otro referente, Puigdemont, que está lejos, cada vez parece más un icono cansado y con poder decreciente, sobre las cosas concretas de la agitada vida de su movimiento nacional.

Ese panorama de fragilidades y continuos puñales rondando las espaldas va acompañado de unos sobreentendidos que no conseguimos entender y de palabras que no quieren decir lo que significan al pie de la letra. Cuando algunos dicen que reclaman la "amnistía o nada más" hay que traducirlo por un "si no hay más remedio se aceptarán los indultos" que ellos aseguran despreciar. Cuando exigen "la independencia innegociable" no ignoran que, dejando de lado una revolución ahora impensable, en el mejor de los casos tendremos una lenta evolución del sistema autonómico hacia un modelo más nítidamente federal. Cuando hablan de que dentro de dos o cuatro años todo estará preparado para la celebración de un referéndum saben que, con los contextos nacionales e internacionales que existen actualmente, ese referéndum es difícil que llegue, y que si se celebra no será como el que ahora sugieren que podría ser. Cuando aluden, en fin, a que van a ir "a por todas" no ignoran que, vistos los precedentes, se puede asegurar que aquí casi nadie está dispuesto a arriesgar nada personal

Ese es el escenario en el que necesitamos que Pedro Sánchez y Pere Aragonès sepan ser hábiles y establezcan cierta complicidad de fondo, porque deben conducir la vida cotidiana de la gente. Nos acucia aún el problema sanitario, vivimos un desplome económico y crece un tremendo horizonte laboral. La zanahoria de los fondos europeos oculta que son para finalidades más específicas de lo que nos insinúan nuestros políticos. Ante eso, dar prioridad a agitar las banderas de España o de las Catalunyas posibles no parece conducir a ningún sitio.

Suscríbete para seguir leyendo