Apunte

Ahora, navegar y mantener el rumbo

En la coalición gubernamental, quien más puede hacer zozobrar la embarcación es sin duda JxCat

Pere Aragonés como nuevo president de la Generalitat saliendo del Parlament.

Pere Aragonés como nuevo president de la Generalitat saliendo del Parlament. / Ferran Nadeu

Marçal Sintes

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Pere Aragonès, 132º presidente de la Generalitat, poco tiene en común con el presidente a quien sucede, Quim Torra. No solo por edad -Aragonès es muy joven- sino por formación, talante y trayectoria. Y sobre todo porque Aragonès no parece alguien inclinado a la fantasía, al irredentismo o a la mística del martirio. Aragonès, al cual en esta tercera sesión de investidura vimos por primera vez adoptar formas realmente presidenciales, es más bien un pragmático, un realista. Alguien que atiende a lo que ocurre antes de llegar a conclusiones, y no al revés.

Aragonès forma parte de un partido convencional y estructurado. A lo largo de su historia, ciertamente, ERC ha cometido errores y aciertos, como todos los partidos. Pero errores y aciertos son la forja de cualquier organización merecedora de tal nombre. Por contra, Junts es un artefacto que está aún tomando forma. Reúne a personas muy diversas, con sensibilidades e intereses diferentes y frecuentemente contradictorios. 

Advirtió León Tolstói (1828-1910) que "el matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso; si uno de los dos hace algún movimiento brusco, la barca se hunde". En la coalición gubernamental, quien más puede hacer zozobrar la embarcación es sin duda JxCat. 

Por el momento, y por eso ha podido ser investido Aragonès, el sector institucionalista de Junts -el más próximo al acervo convergente- ha conseguido imponerse al, por llamarlo de algún modo, 'quimtorrentismo'. El portazo de Elsa Artadi, un percance a corto plazo, refuerza a Sànchez, igual que el aval del 83% otorgado por los asociados de Junts al pacto con Aragonès. Pero el ajetreo interno va a seguir. A muchos en JxCat, que no están dispuestos a perdonar a Esquerra, los domina la pulsión del choque ciego con el Estado.

Los esfuerzos de Aragonès y Sànchez no terminaron ni mucho menos con sus maratonianos encuentros campestres del fin de semana pasado. Ahora llega lo más engorroso y arriesgado: lograr que la barca que ambos fletaron navegue y mantenga el rumbo pese a las inclementes tormentas que, seguro, arreciarán.