Gastronomía

La sal de Sales

Martí Sales usa la cocina para hablar del amor y la leyenda para atrapar la realidad

El escritor catalán Martí Sales

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Miqui Otero

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Cuando la gente se va, más que testamento debería dejar su receta favorita

Quizás habría quien dejara en herencia “fideos Yatekomo, minuto y medio en el micro” o un triste número de Glovo, pero quien más quien menos le chivaría a la posteridad su guiño culinario: cuando alguien cercano fallece o se muda, no se ha ido del todo si sabemos cocinar su 'hit'. La receta es un conjuro y la marmita es la cazuela donde su recuerdo se hace alimento

Pasar a la posteridad no por una fortuna ni por un libro, sino por unas buenas albóndigas con sepia o por la tortilla de patatas infalible. Estoy seguro de que Martí Sales está de acuerdo con esto porque, de otro modo, no habría firmado 'Aliment' (Club Editor), que usa la cocina para hablar del amor y la leyenda para atrapar la realidad. Uno de esos libros que ensancha la vida, que hace del mundo un lugar más habitable, que nos permite repensarlo con un pellizco de sal, que nos lo devuelve en colores y olores más vivos. Más ahora, que volveremos a cenar fuera y a invitar a cenar dentro.

Sales comienza preguntándose qué comíamos por Sant Esteve, antes de que se inventaran los canelones. Y, de ahí, a cómo se genera el arcoíris o cómo funciona el ala de una mosca. Su curiosidad me recuerda a aquel libro de Tomi Ungerer, 'Así es la vida', en el que da respuesta a preguntas de niños: ¿qué se gana cuando se gana una guerra? ¿Puede tener ventajas ser pobre? ¿Se puede morir de amor? ¿Es interesante morirse?

Sales contesta con cuentos preciosos, con recuerdos de 'speed' y latas de seis, con poemas sobre lo importante. Con recetas: “Más bosque, más humo, más cazuela. Sabores de cuando los pájaros tenían dientes”. 

Ya decía Cunqueiro que la escritura tiene que oler a pan, “a pan recién horneado”. A eso huele el 'Aliment' de Sales que, además, acaba de traducir al catalán la novela 'Aquesta puta tan distingida', de Juan Marsé. Por cierto, cuando ganó el Cervantes, le pidieron que depositara su legado en la cápsula número 1.533 de la Caja de las Letras, que no se abrirá hasta el 21 de abril de 2029. ¿Sabéis que metió? “El secreto de la escalivada y otras cosas no tan importantes”.

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