Aniversario

Juego de Tronos y nuestras vidas diez años después

La serie marcó una época en paralelo a la evolución del estallido indignado de 2011, y el balance que nos deja solo nos lleva de momento a mirar atrás, no hacia adelante.

Daenerys de Juego de Tronos

Daenerys de Juego de Tronos / HBO

Carol Álvarez

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Juego de Tronos llegó por primera vez  nuestras pantallas diez años atrás, y HBO, la plataforma que la produjo y la metió en nuestros hogares, ha querido celebrar el aniversario con una campaña de trailers nuevos, con escenas inéditas, que resumen cada temporada. La última entrega se estrenó hace un par de años, y pese a ser la de más presupuesto y ambición, los comentarios al trailer de la histórica serie son de los más hirientes.

El mundo hater se hace fuerte en este tipo de interacciones, pero el final de una apuesta así, que revolucionó la experiencia televisiva con sus capítulos semanales en una transición al visionado seguido o binge-watching que ahora nos nubla la mente y nos anestesia frente al televisor, más que una anécdota es un síntoma.

La serie nos quiso mostrar (una vez más) que no siempre gana el que más se lo merece, que a veces la vida se tuerce, y de los giros trágicos hizo virtud, no dejando al espectador nada por atar. También se fue modulando con el paso del tiempo. La crudeza de las primeras temporadas se sofisticó, creció el presupuesto en efectos especiales, y el guión se retorció para ir amasando las tramas y personajes al compás de unos tiempos de empoderamiento de la mujer, de debates sobre libertad, populismo y liderazgo. Aquel 2011 en el que se estrenó, en España vivíamos una fuerte sacudida de rabia e indignación por la crisis, y no solo aquí. La serie, como estandarte de la industria televisiva de plataformas en streaming, revolucionó nuestro consumo televisivo y se abrió paso entre los nuevos modelos de ocio. También se entendió como un juguete de estrategias políticas, para reflexionar sobre ideologías y su aplicación en situaciones imaginarias. Fue un tablero de juego muy distinto al que han ofrecido series puramente de ingenio político como Sí, Ministro o El Ala oeste de la Casa Blanca, o incluso Yo, Claudio. Y fueron Pablo Iglesias y Podemos quienes más juguetearon con la apuesta televisiva y empujaron su popularidad al abrazarla como un referente, una puesta en escena válida para debatir y entender más nuestra realidad. Dragones aparte.

El crescendo capítulo a capítulo y temporada a temporada vino acompañado de un despliegue publicitario colosal, merchandising, lemas y expresiones, y si el Mordor de Tolkien y El Señor de los anillos llegó ya hace décadas para quedarse entre nosotros como sinónimo de lugar muy distante y de difícil acceso, quedó aquello del Winter is coming para cuando toca apretar los dientes porque vienen malos tiempos.

Diez años después, los distintos actos de homenaje que ha lanzado HBO en las redes sociales para conmemorar el aniversario han sido recibidos con tibieza si no rechazo por los fans, que expresaron en redes su disgusto al revivir la forma de cerrar la serie, el desenlace de sus tramas y personajes. Y con una mirada atrás más abierta, pocos podrán decir que el balance de esta década convulsa, cargada de energía y de movimiento por el cambio, haya sido satisfactorio.

La pandemia invita a borrar estadísticas, pulveriza métricas, y hasta pervierte nuestra memoria a la hora de saldar cuentas. Pero si borramos 2020 de la línea de tiempo, para empezar, el resultado de la gran aventura de esta última década está a la vista. En la serie, de forma descarnada, y no solo por cómo quedan retratados los liderazgos femeninos. Que los productores hayan apostado por precuelas para satisfacer la demanda de las audiencias no deja de ser simbólico: ante el silencio estruendoso que deja la espera de la continuación de la saga a manos de George R.R. Martin, que áun ha de escribir dos libros más para completar la historia, solo nos queda refugiarnos en el pasado más vintage.

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