Opinión | Editorial

El Periódico

Crisis generacional en el fútbol

Los responsables de las ligas deben explorar formas de mantener la atención de los jóvenes en un periodo con muchos otros intereses y preocupaciones

Un joven mira el móvil mientras en la televisión retransmiten un partido de fútbol.

Un joven mira el móvil mientras en la televisión retransmiten un partido de fútbol. / Julio Carbó

El presidente del Real Madrid y principal promotor de la fallida iniciativa de la Superliga, Florentino Pérez, utilizó un argumento generacional para defender no solo la creación de una competición limitada a los clubs europeos de fútbol de primerísima línea sino también la introducción de cambios en la dinámica del juego. Según Pérez, las alarmas están sonando ya porque el 40% de los jóvenes de 16 a 24 años no sienten ningún interés por el fútbol.

La cifra puesta sobre la mesa debería relativizarse. No es tan distinta de la de otras franjas de edad, y solo resulta alarmante si se parte de la premisa que el fútbol debe ser un deporte-espectáculo de interés unánime e universal. Que el 60% de los jóvenes muestren interés por él es una cifra muy competitiva con otras muchas actividades de ocio. Sí es cierto, con todo, que en cualquier ámbito, el fútbol, la música, lo audiovisual, el acceso a la información, la práctica deportiva o la educación, es preciso ajustar medios y formatos a los intereses de unas generaciones con necesidades y condicionantes muy distintos a las anteriores. Y la promoción de una competición de élite apoyada básicamente en la televisión de pago, o ensayar formas de competición más rápidas y segmentadas que los partidos de 90 minutos divididos en dos partes, quizá no sean la solución (la muy dinámica NBA se plantea el mismo problema). O la única solución.

Ya antes de llegar a la situación actual se había producido un primer proceso de alejamiento, el de los jóvenes de los estadios. La supeditación de los horarios a las necesidades televisivas había puesto en crisis la presencia de los más pequeños, una primera brecha sobre la que reflexionar. Y durante el ya año largo de emergencia sanitaria no solo la asistencia a los campos ha estado vetada, sino también otra forma de socialización vinculada al consumo del fútbol, la que se produce en torno a las pantallas de los bares. La finalización de estas restricciones, que ya se atisba en el horizonte, debería promover un cierto reenganche de colectivos que no han mantenido la atención fija en las competiciones a través de la única vía posible durante este periodo, las retransmisiones de pago en el ámbito doméstico y en el entorno familiar. 

Pero con ello es muy posible que no baste. El mayor o menos descenso de la atención se produce en una etapa, el paso de la educación primaria a la secundaria, de la infancia a la adolescencia, en la que muchos otros hábitos (como la lectura o la práctica de deportes de equipo) entran en crisis, en algunos casos en forma de paréntesis, en otros de forma definitiva. Las causas pueden adivinarse. La influencia del consumo de contenidos a través de pantallas móviles no solo introduce una competencia por el tiempo de ocio antes inexistente, en un panorama atomizado (desde las series a la interacción social con los iguales a través de las redes o el consumo de contenidos audiovisuales cada vez más breves y fragmentados) sino que entra en colisión con los hábitos de concentración y atención. El fútbol tiene mucho trabajo que hacer explorando formatos breves y gratuitos (como los resúmenes en Youtube o retransmisiones en Twitch con la implicación de 'youtubers' como se ha ensayado con el fichaje de Ibai Llanos) que quizá no brinden a corto plazo nuevos clientes para las plataformas audiovisuales que sostienen el negocio del fútbol pero sí mantengan el interés y la atención de los seguidores más jóvenes en un periodo de sus vidas en el que tienen otros muchos intereses (y preocupaciones).