Semana Santa

Un algoritmo para las restricciones

Quien dicta las recomendaciones usa patrones de población y hábitos del siglo XX, como si los viajes y salidas de fin de semana solo los hicieran las familias con hijos con dinero como para irse a pasar los días lejos

Excursionistas

Excursionistas / Ana Meneses

Carol Álvarez

Carol Álvarez

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El que inventó el algoritmo creó lo más parecido a la palanca que puede mover el mundo. Con un cálculo a partir de ciertos datos puede ajustar la oferta a la demanda y darte lo que quieres o hacerte creer que lo tienes. Entre la adicción y el pragmatismo, lo más cómodo y lo más temible, avanzamos a trancas y barrancas como sociedad. El algoritmo te recomienda las series de Netflix que te van a interesar, las compras de productos que no sabes ni que deseas, ¿los deseas? y, hasta antes de la pandemia, te inundaba las pantallas con ofertas de viajes a sitios a los que viajar cuando el marco mental era este, se podía viajar.

 Un año después del estado de alarma y de nuestra adaptación a la vida con cetezas del tipo a las diez en casa, esperamos al Procicat y los consejos interterritoriales con la fe antigua de quien espera el ratito de la previsión del tiempo para poderse ir a esquiar o a la montaña, o el sorteo de la Lotería para ver si da un giro más o menos grande a su rutina diaria.

 Los consejos de sabios que empujan el futuro de nuestra cotidianeidad podrían enchufarse un rato al big data para que los cambios que dictan en las restricciones fueran un poco más acordes con el perfil de la masa afectada. Ejemplo. Las burbujas de convivientes requerirán de un certificado municipal que acredite que estén empadronados juntos. Que la realidad estadística indique que hay un grueso importante de gente que no está empadronada donde vive hace imposible acreditar esa convivencia. Que los ayuntamientos tengan que poner en marcha certificados contrarreloj para dar esa acreditación tampoco parece realista. Y que asumamos que bueno, no pasará nada si no tienes el certificado porque total no van a parar uno a uno cuando coja carretera y manta pues tampoco debería ser la idea. Crear recomendaciones como idea general, para que la ciudadanía las aplique con sentido común, debería ir en consonancia con la proporcionalidad de la norma. Y no es así.

El mismo sinsentido que hace que en 2021 y en una sociedad moderna se prioricen los desplazamientos de familias y se descarten los de núcleos de amistades. Como si no viviéramos en un mundo donde los hogares unipersonales son una tendencia:  En Barcelona, según los datos de 2019, hay 205.539 personas que viven solas, un 13% más que en 2004, lo que supone que uno de cada 3 hogares en Barcelona lo ocupa gente que es burbuja consigo misma. Solo una pequeña parte de estas personas es de edad avanzada y tiene poca movilidad.

Quien dicta las recomendaciones usa  patrones de población y hábitos del siglo XX, como si los viajes y salidas de fin de semana solo los hicieran las familias de cuatro miembros con dinero como para irse a pasar los días lejos.  Nada que decir del que disfrutaba la carga de la semana las noches del sábado con unas cervezas al aire libre en su barrio, o de los que montaban planes con los amigos, de los que esperan a Semana Santa o un puente para reunirse con la gente que quiere pero que no es de su sangre porque los lazos afectivos van más allá de la familia. Qué pena da admitir que con un algoritmo nos iría mejor.

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