La reacción de los lobis

Revolución en el Eixample

La nueva estrategia reaccionaria es decir que el Ayuntamiento se quiere cargar la industria del coche, pero a los que mueren por contaminación o atropello, que les zurzan

Antes y después en la calle de Consell de Cent

Antes y después en la calle de Consell de Cent / E. PONS

Ernest Folch

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Aspirar a respirar aire puro o proteger la industria del coche. Priorizar la salud o un sector económico: esta es la fenomenal batalla soterrada que se libra hoy en Barcelona, un choque de trenes menos mediático que otros, pero quizás más trascendente. Tras la inequívoca apuesta por la bicicleta y el urbanismo táctico que tanto ofende a ciertos lobis, el conflicto ha escalado a otra dimensión con el anuncio oficial de cambiar el asfalto por adoquines en cuatro calles céntricas de Barcelona. La reacción no se ha hecho esperar, pero ahora el argumento de los irritados ya no es que Colau se está cargando Barcelona (se han dado cuenta de que el argumento era demasiado vago) sino que ahora son más concretos y precisan que quiere destruir la economía perjudicando al sector del automóvil. La nueva estrategia reaccionaria es decir que el Ayuntamiento se quiere cargar el PIB, pero eso sí, a los que mueren por culpa de la contaminación o por atropello, que les zurzan.

Curiosamente, el epicentro del conflicto, allá donde se está gestando esta revolución silenciosa, es en el corazón del Eixample: más de cien escuelas reivindican desde hace semanas ampliar los espacios peatonales a su alrededor y alejar a los niños de los coches, el ruido y los gases mientras Consell de Cent será la primera calle del centro en ser 100% peatonal. ¿Por qué ahora este movimiento?

Quizás porque la pausa de la pandemia ha hecho descubrir a mucha gente que es posible vivir de una forma más humana y porque saben que es ahora o no será nunca. Mientras, la última ocurrencia de los que no aceptan que Barcelona se ha puesto del mismo lado de la historia que grandes ciudades como París, Nueva York o Londres, es decir que el consistorio va en contra de la recuperación económica de la ciudad con su "cruzada" (palabra que repiten compulsivamente) contra los coches. Mucha atención, porque la revolución ecológica y su correspondiente reacción contrarevolucionaria libran ahora mismo una decisiva batalla en el mismo corazón de Barcelona.