Análisis

Las incógnitas de Valladolid

Koeman

Koeman / Octavio Passos / Getty

Antonio Bigatá

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Mucha gente que cree que el Barça siempre debería ganar en Valladolid 0-3 por superioridad innata, casi porque sí, esta vez tiene dudas. ¿A qué se debe esta victoria tan clara y tranquila después de tantos pinchazos seguidos en los desplazamientos? ¿Fue la táctica, el experimento novedoso que planteó Koeman? ¿Fue la decisión de dejar en el banquillo a los chicos sin gol, esos indiscutiblemente buenos jugadores que son Coutinho y Griezmann que alargan los partidos sin establecer diferencias en el marcador? ¿Fue por el Valladolid, que es flojo y dejó jugar al Barça a su antojo? ¿Fue la seguridad defensiva, con el asentamiento tranquilo de la joven y modesta pareja Araujo-Mingueza, unida a que en esta ocasión Ter Stegen al dejar la portería a cero con un par de rechaces acertadísimos tranquilizó a todos sus compañeros? ¿La clave estuvo en que por primera vez encajó a gran nivel --que debería ser el suyo habitual-- Pjanic, que además se compenetró bien con De Jong tanto al subir como al bajar, y tuvo más sentido práctico y anticipación que el Busquets de los últimos tiempos? ¿Dio un nuevo paso adelante Messi en su proceso de aprender a jugar individualmente bien pero sin condicionar excesivamente los movimientos del resto del equipo? 

Por una vez que hay plena satisfacción azulgrana se desconocen con precisión las causas de la nueva normalidad positiva que pareció hacer acto de presencia en el campo de Zorrilla. Y a todas las preguntas anteriores se le suma una que es la más fundamental: ¿el próximo partido será también así?  O sus cuestiones derivadas: ¿ha encontrado por fin el Barça la tecla? ¿Debe jugar siempre con esa táctica que tiene como punto de partida defender con tres centrales y sentar en el banquillo a los maravillosos y carísimos inútiles? Porque no siendo muy importante que usted o yo hagamos  interpretaciones voluntariosas sobre lo que pasó en ese encuentro aquí lo trascendental es que Koeman sepa de verdad porqué esta vez funcionó el equipo. ¿Lo sabe? ¿Será capaz de aplicar a partir de ahora sus conclusiones en otros encuentros? ¿O sabrá desarrollar variantes en función de las características concretas de los once hombres que tenga cada vez delante? ¿O, insisto, se debió todo el espejismo a lo mal que lo hizo el Valladolid? La respuesta la tendremos en las próximas semanas. 

Cuando me he referido a los chicos sin gol salía a flote una cuestión decisiva. Varios de los grandísimos jugadores que ha tenido el Barça en estos años gloriosos se han caracterizado por rematar más bien poco. Xavi e Iniesta encabezan esa lista. Pero en su etapa han tenido el contrapeso del Messi estelar de cara a puerta, así como otras aportaciones puntuales. Pero en estos momentos de declive del acierto goleador del argentino el gran handicap han sido las lesiones de los jugadores con más instinto finalizador. Pienso en Ansu Fati y Dembelé, coincidiendo con la crisis de Griezmann, que en otros momentos de su vida sabía marcar aunque sin exagerar, y con el problema de Coutinho, nacido para gambetear sin triunfar de cara a barraca. En ese contexto la decisión estratégica de precipitar la salida de Luis Suárez puede haber sido acertada para la necesaria renovación del equipo y la resituación de Messi, pero precisa de un esquema de desborde colectivo que favorezca la producción regular de goles por parte de hombres que no son grandes rematadores.  Koeman y el Barça se juegan mucho en este tema, que es táctico pero también tiene mucho componente humano. Valladolid abrió una caja de posibilidades que ahora deben madurar y confirmarse. Esta cuestión es tan importante como las elecciones que vienen.