Dignificar las instituciones

El falso patriota

La única razón para el bloqueo del TC y el CGPJ por el Partido Popular es que su composición actual le favorece

Lesmes exhorta a los poderes públicos a renovar CGPJ 'sin mayores dilaciones'

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Jordi Nieva-Fenoll

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Cuentan –lo ha contado muy bien Amenábar– que Franco distinguía entre buenos y malos españoles. Ese patrón, sobradamente conocido, no es más que una pauta maniqueísta que sigue presente para demasiadas personas, que solamente por respetarlo se creen los únicos patriotas del país. Se trata de un panhispanismo que sublima agresivamente el valor de la lengua castellana y exagera un supuesto pasado imperial encubriendo el colonialismo que en realidad fue. En resumen, un vulgar nacionalismo como cualquier otro.

Ser patriota debería significar algo distinto. Muchos ingleses lo son, sin duda, pero más que en su pasado imperial o en la indiscutible difusión de la lengua inglesa, actualmente se centran sobre todo en una autosuficiencia a veces contraproducente y enojosa –véase el Brexit– pero en otras ocasiones envidiable, como cuando se sienten seguros –ojalá acierten– al aprobar el uso de una vacuna antes que nadie, sin mirar si lo hace también el de al lado, como suele ser frecuente en España, que en este sentido actúa con un provincianismo a veces exasperante.

Además, el pueblo inglés centra su patriotismo de manera muy evidente en el respeto a sus instituciones seculares. Será difícil de olvidar el papel de John Bercow como Speaker de la cámara de los comunes intentando que Boris Johnson no manipulara lo más sagrado de una democracia: su parlamento. Y cuando a pesar de todo consiguió cerrarlo, acudió al rescate el Tribunal Supremo disponiendo que lo abriera inmediatamente. Es decir, las personas auténticamente patriotas, las que menos gritan y nunca se envuelven en la bandera, consiguieron frenar a un político que veía en la promoción vergonzosa del Brexit su única oportunidad para llegar a ser primer ministro, soliviantando –por desgracia con éxito– ese sentimiento de autosuficiencia de la población al que antes me he referido.

Las válvulas de seguridad de la democracia han funcionado, en Estados Unidos y en el Reino Unido

Pero las válvulas de seguridad de la democracia funcionaron, como en EEUU. Trump, un ultranacionalista, ha querido falsear las instituciones para retener el poder. Y las instituciones, por más que estén integradas por personas que él mismo designó, le han dicho que no. Que los resultados electorales hay que respetarlos y que los demócratas son tan americanos como los republicanos. No hay buenos ni malos estadounidenses. Nuevamente han funcionado, no tanto las instituciones democráticas sino el respeto profundo de las personas que las integran por dichas instituciones. Saben lo que significan para la libertad de la gente, lo que es obvio que desconoce Trump, un rey desnudo que cubre sus vergüenzas con un banderón de barras y estrellas.

Sería bueno que en España existiera ese tipo de patriotismo democrático por parte de quien más lo suele tener en la boca. A estas alturas se ha hecho más que obvio que el Partido Popular está bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional. Y la única razón posible para entender ese bloqueo es que su composición actual le favorece. Se desprecia así a esas dos instituciones, integradas además por algunos excelentes juristas que no merecen el espectáculo lamentable de esta cerrazón táctica al pacto.

Los integrantes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial debieran ser más activos en la defensa de la regularidad institucional

Sin embargo, también sería positiva otra actitud por parte de los integrantes de esas instituciones. Igual que los tribunales de EEUU no le están haciendo el juego a Trump, los integrantes del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial debieran ser más activos en la defensa de la regularidad institucional, sumándose con vehemencia constante a la denuncia del vergonzoso bloqueo. Sobran precedentes de ello en renovaciones anteriores.

Ahora mismo el Gobierno ha preparado una proposición de ley de reforma recortando relevantemente las competencias de un consejo en funciones. Hubiera sido muy positivo que los propios vocales del consejo se hubieran restringido a sí mismos algunas de esas competencias para evidenciar la necesidad de renovación. Podían y pueden hacerlo. Hubieran ayudado a que muchos ciudadanos dejen de pensar que ese consejo es un órgano profundamente politizado. Eso hubiera reflejado respeto por las instituciones. Y ese, y no otro, es el único patriotismo posible en una democracia.

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