Opinión | Carta al Rey

Luis Mauri

Psicofonía golpista

No hay justificación para el silencio del Rey sobre la misiva que le envió una panda de exmilitares facinerosos

El rey Felipe VI junto al almirante de la Armada Juan Ruiz Casas (centro).

El rey Felipe VI junto al almirante de la Armada Juan Ruiz Casas (centro). / Efe / Archivo

La historia más macabra de España regurgita y llega al presente como una psicofonía. ¿Recuerdan, o conocen, el rollo de las psicofonías? Este fenómeno esotérico tuvo su momento de gloria en los años 70 del siglo pasado. Adolescencia analógica y dictadura militar, qué combinación. En aquella intersección penosa, una noche en un lugar apartado, sin adultos, quizás con una botella de licor o al menos con un tinto espeso hasta la masticación, el magnetofón de cassette Philips registraba igual la voz de Rimbaud que la de Curie, o las de Bakunín, Rockefeller, Rosa Luxemburg o Raphael, según la inclinación de cada cual. Bueno, era una de esas escasas, y surrealistas, palancas de evasión del momento. También había fútbol, claro, pero no PlayStation.

Carta al Rey

Ahora llega una fuerte onda psicofónica de aquella época. Esta vez no es surrealista, sino muy real. Patética quizás, pero real. Tristemente real. Inquietantemente real. El eco del búnker. Una panda de exmilitares de alta graduación se arroban fantaseando con fusilamientos en masa y golpes restauradores de un orden alucinado y sangriento.

Mucha gente ha despreciado el eco psicofónico de la caverna franquista. Otros lo han despachado con ironías punzantes, pero en el fondo ofensivas para millones de jubilados y ancianos biennacidos. La parte sustancial de este asunto no son los desvaríos foreros de un grupo de exuniformados trasnochados. La parte capital es que varios de ellos, y otros más, han escrito al rey Felipe, jefe del Estado y mando supremo de las Fuerzas Armadas, con la intención descabellada de forzar la soberanía popular, es decir, la democracia. Una intención cimentada en la melopea insomne de la extrema derecha, secundada de mejor o peor grado por la derecha hegemónica, según la cual el Gobierno de Sánchez e Iglesias es tan ilegítimo como el de una dictadura bananera. Este es el punto.

El silencio

La Casa el Rey recibe cada año centenares de solicitudes y comunicaciones de todo tipo. Responde las que considera oportuno, que suelen ser la mayoría. Quizás consideró contraproducente responder a la misiva de los exmilitares golpistas. Por no dar carta de naturaleza ni engrandecer la excrecencia de un grupo marginal. Quizás. Pero cuando la comunicación facinerosa llega a conocimiento de la opinión pública, es difícil hallar una razón, una sola, que justifique el silencio del Rey.

La monarquía tiene escaso fundamento objetivo en las democracias del siglo XXI. Pero puede pervivir si concita consenso (tradición, representatividad) y demuestra honestidad ejemplar. Juan Carlos I asoció la Corona a la democracia tras ser designado por la dictadura, hasta el punto de ganarse la tolerancia de muchos republicanos. Luego, su codicia y su arrogancia liquidaron su capital político

Felipe VI patinó en 2017 al renunciar a representar a todos los españoles, incluidos los independentistas, sí. Hoy tiene la oportunidad de emular los mejores momentos del reinado de su antecesor. Pero esto es incompatible con el silencio.

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