ANÁLISIS
Trump en el 2024
No hay mejor escudo legal que más de 70 millones de personas que creen a pie juntillas las falsedades que el aún presidente estadounidense tuitea a velocidad de vértigo
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE BAYLE
Provocativo, en un falso tono juguetón que recuerda a cuando afirmaba, entre la incredulidad general, que aspiraba a ser presidente de Estados Unidos, Donald Trump habla abiertamente de presentarse a las elecciones del 2024. Constitucionalmente, los mandatos de un presidente solo pueden ser dos, pero no tienen por qué ser consecutivos. Así que por qué no, al fin y al cabo en noviembre a Trump lo votaron más de 70 millones de personas que no pueden apelar a la ignorancia. Después de casi cuatro años de gobierno, todos sabemos muy bien quién y qué es Trump. ‘The show must go on’
Eso, que siga el espectáculo, es justo lo que anhela Trump. Necesita recaudar fondos y seguir siendo una figura dominante en la escena política no solo por una cuestión de ego y vanidad, sino por pura necesidad ante la previsible catarata de frentes legales que se le abrirán en cuanto abandone la Casa Blanca. No hay mejor escudo legal que más de 70 millones de personas que creen a pie juntillas las falsedades que el aún presidente estadounidense tuitea a velocidad de vértigo.
La figura de Trump es como la de un gran ilusionista. Atrae la mirada hacia la pirotecnia para ocultar la parte substancial del truco que efectúa ante la vista de todos. Fascinada y horrorizada, la mirada se centra en él y no tanto en sus políticas ni en los movimientos tectónicos políticos y sociales del que es causa, consecuencia y/o catalizador. Su actitud desafiante ante la derrota electoral camufla el hecho de que el trumpismo (entendido como un movimiento nacionalista, supremacista, blanco, masculino, de clases medias bajas) es una realidad política que no va a desaparecer con la llegada de Joe Biden. Al contrario, los efectos de la crisis económica por la pandemia pueden darle alas si el nuevo presidente no encuentra una tecla que al partido Demócrata le cuesta tocar: cómo sonar creíbles ante las clases trabajadoras cuando se han convertido en el partido del ‘establishment’ en gran medida justo porque el partido Republicano se ha echado al monte.
Con Trump o sin Trump, en el 2024 el trumpismo difícilmente habrá desaparecido.
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