ANÁLISIS

La pandemia, Catalunya y España

El autogobierno de Catalunya llega debilitado a la grave encrucijada social del coronavirus, cuando más necesario era hacer política para estar al lado de la gente

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Enric Marín

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Ya estamos plenamente inmersos en la segunda ola de la pandemia de covid-19, y las oenegés que están en primera línea de la lucha contra las nuevas formas de exclusión social advierten de las magnitudes inéditas de la emergencia social que está generando la crisis económica provocada por la emergencia sanitaria. Estamos, efectivamente, en medio de una triple crisis: sanitaria, económica y social. Más tarde o más temprano controlaremos la crisis sanitaria, pero eso ya no podrá evitar los severos y lesivos efectos sociales que se alargarán en el tiempo. Y esta vez llueve sobre mojado. En un doble sentido. Ni nos habíamos repuesto del todo de la crisis financiera del 2008, ni nos hemos rehecho anímicamente del confinamiento total de la primavera. En el caso de la sociedad catalana, este agotamiento anímico se añade al estrés provocado por los hechos del verano-otoño del 2017, la represión política posterior y la torpe e incomprensible interinidad política de los últimos tres años.

Las crisis funcionan a menudo como un cuchillo de doble filo. Hablamos de crisis de decadencia o de liquidación, pero también de crisis que se convierten en oportunidades de cambio, transformación y crecimiento. Que la crisis sea de liquidación o de crecimiento a menudo depende del tipo de decisiones individuales o colectivas que se tomen. Así pues, ¿qué haría falta para que la crisis que estamos atravesando se convierta en una oportunidad? Básicamente, definir políticas públicas correctas y crear las condiciones sociales y políticas adecuadas que faciliten su aplicación coherente y sostenida en el tiempo. Naturalmente, esto requiere un buen diagnóstico general, proyecto económico y social innovador, programa de Gobierno coherente y liderazgo político.

Margen de interlocución

La peor opción es la interinidad política, la improvisación programática, los golpes de volante en la gestión ordinaria o la falta de proyecto. Esto es lo que el 'president' Torra podía evitar convocando elecciones. Al no hacerlo ha debilitado el autogobierno de Catalunya en el peor momento: cuando más necesario era hacer política para estar al lado de la gente y aprovechar que hay margen de interlocución con el Gobierno central. Y, aún más, por la oportunidad que representa que esta vez Europa ha tomado la opción correcta de apostar por políticas expansivas y de estímulo económico.

El independentismo partidario del ‘cuanto peor mejor’ parece sentirse cómodo evitando todo escenario de diálogo o negociación. Aunque el diálogo permita paliar las dificultades cotidianas en la de vida de los catalanes. Como si el sufrimiento de la sociedad catalana tuviera incidencia en la crisis de legitimidad que vive la política española... Un nuevo espejismo. La realidad es que, sin capacidad para afrontar políticamente la cuestión del encaje de Catalunya, el sistema de la segunda Restauración borbónica está instalado en una crisis sistémica agravada por la emergencia de Vox y el deterioro de la monarquía. Y también, que Catalunya necesita pactar los Presupuestos del Estado para encarar en las mejores condiciones posibles la crisis. Evidentemente, el soberanismo no se refuerza debilitando el autogobierno.