Análisis

Unas "Navidades diferentes"

No hay secretos: unidad de acción política y consenso técnico, medidas drásticas a tiempo (con compensaciones y penalizaciones), transparencia y mensajes muy claros a la población. Esto o darwinismo en estado puro

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Jordi Casabona

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Los hospitales y las ucis se están llenando de pacientes con covid-19, muchas sobrepasando el 100% de su capacidad habitual, el sector profesional (epidemiólogos de campo, atención primaria y hospitalaria), los laboratorios y los sistemas de información ya están sometidos a una gran tensión y todo hace pensar que la segunda ola -como pasó el 1918 con la gripe española- puede ser peor que la primera. Aumenta la presión por la toma de decisiones difíciles por el grado de incertidumbre y porque las consecuencias socioeconómicas de los confinamientos tan solo las hemos empezado a intuir. Pero hay que insistir en que estos no se hacen para hacer bajar la curva, se hacen -o se tendrían que hacer- para que no suba.

En todas las epidemias está claro que lo más efectivo son intervenciones precoces, proporcionadas y dirigidas a los grupos más afectados. Una vez se llega a determinados niveles de prevalencia e incidencia (nuevas infecciones), la capacidad y rapidez para hacerla bajar cada vez es más pequeña y en todo caso hay que aumentar exponencialmente la intensidad de las intervenciones. Por eso, incluso el Fondo Monetario Internacional ha aceptado que a medio y largo plazo las consecuencias económicas de no actuar son peores. 

A diferencia de algunos países asiáticos, en muchos países europeos, si la han tenido alguna vez, los sistemas ya no tienen la capacidad de identificar la mayoría de cadenas de transmisión y el SARS-CoV-2 no se ha podido contener; otra vez el objetivo es retardar la propagación de la ola para evitar el colapso sanitario y sus gravísimas consecuencias directas e indirectas, no solo para la población de edad avanzada, sino para su conjunto. Las intervenciones pues tienen que ser intensas y con la duración suficiente para evitar casos secundarios.

Alemania, con el eufemismo de “descanso de la ola”, y Francia, con más dureza, han impuesto medidas como mínimo durante un mes. Este jueves, <strong>Catalunya</strong> ha añadido al toque de queda estatal el confinamiento perimetral municipal durante los fines de semana y una serie de medidas para disminuir la movilidad durante la semana, preservando el trabajo esencial y las escuelas. Se revisarán en 15 días, es un periodo corto para demostrar un impacto poblacional, pero da tiempo para adecuar más la respuesta y aumentar los consensos. Esperemos que en España las discusiones político-legales sobre lo que pueden hacer o no las comunidades autónomas y en la Catalunya preelectoral los posibles tira y afloja tácticos intentando que el poli malo sea el otro no distorsionen más los procesos de toma de decisiones. 

No hay secretos: unidad de acción política y consenso técnico, medidas drásticas a tiempo (con compensaciones y penalizaciones), transparencia y mensajes muy claros a la población. Esto o darwinismo en estado puro. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha sugerido que estas Navidades pueden ser “diferentes” y además, queda claro -diga lo que diga Donald Trump- que los Reyes Magos no traerán la vacuna. No será fácil, pero es lo que hay.