50º aniversario

Si Nasser levantara la cabeza...

Después de él, no hubo un líder árabe que estuviese a su altura

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Salah Jamal

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Recuerdo la desbordada emoción que se dibujó en la cara de mi padre cuando por fin consiguió comprar un minitransistor. ¡Se habían agotado los aparatos de radio en todo el mundo árabe! Aquel día, el 5 de febrero de 1958, 'el moreno', 'el rais', 'el líder', 'el guía' (entre otros calificativos con los que se conocía al presidente egipcio Jamal Abdul Nasser), se dirigiría al parlamento y al pueblo. Cuando Nasser discurseaba, las calles del mundo árabe se vaciaban, y con más entusiasmo, las de Cisjordania -territorio palestino entonces anexionado por Jordania en 1948 i después ocupado militarmente por Israel en 1967-. Aquel discurso fue especial: Nasser proclamó la República Árabe Unida, la unión entre Egipto y Siria. En cuanto lo pronunció, oí los gritos de júbilo y los clásicos ululus de las mujeres inundando el cielo perfumado de jazmín y del famoso jabón de la milenaria ciudad palestina de Nablus. Jamás había visto antes a mi duro padre con lágrimas en las mejillas de la emoción. Recuerdo que balbuceó y repitió las palabras que Nasser repetía hasta la saciedad: “Sharaf, falastin, wehda” (dignidad, Palestina, unión). Segundos después, las calles árabes se inundaron de manifestantes al grito de 'Nasser, Nasser', reclamando a los mandatarios unirse con el panarabismo recién proclamado.

Hace ahora 50 años del fallecimiento de Nasser, su nombre en el mundo árabe está blindado frente al paso del tiempo. Después de él, no hubo un líder árabe que estuviese a  su altura. Desde entonces, los líderes políticos del mundo árabe han sido deshonestos y mediocres imitadores.

La popularidad del coronel Nasser se forjó a consecuencia del golpe de estado que protagonizó en 1952 contra el títere y feudal monarca egipcio. El motivo principal del golpe fue la derrota humillante del entonces mal preparado ejército egipcio en la desigual guerra de 1948 contra los sionistas judíos europeos que estaban ocupando Palestina. Dos años después, echó de Egipto a las fuerzas colonialistas del Reino Unido, y a partir de entonces, inspiró el panarabismo entre las masas mientras que apoyó activamente todos los movimientos de liberación nacional de los países del mundo árabe y del tercer mundo que entonces sufrían el yugo del colonialismo.

A nivel nacional inició una gran reforma general, en la educación, sanidad, transporte, nacionalizó las grandes empresas y ejecutó una gran reforma agraria liquidando el latifundismo y proyectando la megaconstrucción de la presa de Asuán para terminar con las inundaciones que ocurrían en Egipto como consecuencia del repentino aumento del caudal del Nilo. Recurrió al Banco Mundial para financiar el proyecto, el cual impuso sus condiciones: el reconocimiento del Estado de Israel. Nasser rechazó tajantemente.

Como respuesta, en 1956 nacionalizó el canal de Suez que en aquel momento explotaban Reino Unido y Francia. Jamás un país del tercer mundo se hubiese atrevido antes a desafiar dichos imperios. Acto seguido, Francia y Reino Unido, junto con Israel, desplegaron una campaña militar contra Egipto que fracasó estrepitosamente ante la resistencia egipcia y las protestas populares de todo el mundo. A consecuencia, Nasser se convirtió en el líder absoluto del mundo árabe y en uno de los iconos revolucionarios del mundo. Dicha agresión no le impidió continuar su proyecto internacionalista y la reforma del país: se destaca la construcción de la gigantesca presa de Asuán, la gran pirámide de Egipto, y no para embalsamar muertos sino para dar vida a millones de campesinos.

Paralelamente, acumuló muchos enemigos: las potencias colonialistas, Israel, los regímenes reaccionarios árabes, latifundistas, la gran burguesía, los hermanos musulmanes y todas las fuerzas oscurantistas de la época que no cesaron de conspirar en su contra y su proyecto panarabista. Hubo intentos de asesinato, bloqueos económicos, la guerra de los seis días...

Nasser cometió muchos errores, propios y forzados, pero resistió y resistió hasta que en 28 de septiembre de 1970, un paro cardiaco acabó con su vida pero nunca con su huella. Lo estamos viendo, hoy en día, en cada revuelta de un mundo árabe derrotado, empobrecido, dividido, sin rumbo, sin dignidad e invadido por norteamericanos, rusos, turcos, persas, etcétera. Las masas evocan la figura y el recuerdo de Nasser, no para volver al pasado sino para marcar los valores. Evocan la dignidad que los actuales lacayos dirigentes árabes omiten. Se dejan chantajear algunos, y otros, por un plato de lentejas y en nombre del pragmatismo, establecen relaciones diplomáticas con el estado represor y expansionista israelí. Y para más inri, estos intentan desacreditar la figura de Nasser. Ya sabemos que los 'malos' intentan convencer de que los 'buenos' son en realidad los 'malos'.

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