Terrazas, coches y pintura
Al loro, Barcelona no está tan mal
Lo que es relevante no es la pintura del suelo sino que por fin un Ayuntamiento actua decididamente a favor de la bici y el peatón
Ernest Folch
Editor y periodista
Ernest Folch
Si usted es de los que piensan que Barcelona está en decadencia y su Ayuntamiento todo lo hace mal, le recomiendo que no siga leyendo. Porque, casualidad o no, asistimos últimamente a un sospechoso goteo de artículos, tertulias y demás parientes que se hacen los escandalizados con las nuevas medidas postpandemia del consistorio, como el famoso cruce de Consell de Cent con Rocafort en el que se ha pintado el suelo de colores, o el espacio ganado para las terrazas de los restaurantes en detrimento de los coches.
Estos nuevos cabreados nos dicen muy enfadados que con estas medidas la ciudad es fea (sic), ha perdido su belleza de antaño y está a punto de caer en un caos irreversible. Curiosamente, los mismos que ahora se quejan de improvisación acusarían al Ayuntamiento de parálisis si no se hubieran tomado medidas, y los mismos que critican la ampliación de las terrazas para que los bares y restaurantes puedan tener algo de oxigeno económico, ya tenían los artículos escritos diciendo que Barcelona está gobernada por radicales de ultraizquierda que no hacen nada a favor de los comerciantes. Pero que no les embauquen: estos arrebatos supuestamente estéticos no son tales sino que se refugian en la forma para no hablar del fondo.
Porque lo que es relevante no es la pintura del suelo sino que por fin un Ayuntamiento actua decididamente a favor de la bici y el peatón (el eslabón débil) y en contra del coche (el eslabón fuerte). Que no se pliega a presiones ni a intereses de algunos lobbis, y apuesta por el transporte más práctico, ecológico y sobre todo económico, que es exactamente lo que pedía esta terrible pandemia. Sí, no todo es perfecto: los bolardos de hormigón son peligrosos para los motoristas, o la señalización de las nuevas zonas peatonales del Eixample induce a confusión, pero por mucho que se repitan consignas siempre negativas, la dirección que ha emprendido Barcelona era la única posible, que por cierto es exactamente la misma que otras grandes ciudades europeas, como por ejemplo París. Cierto, permanecen graves problemas sociales (muy bien descritos en el excelente libro ‘Una altra Barcelona’ de Eva Arderius), pero respecto a la movilidad esta es una ciudad que está intentando ofrecer soluciones rápidas, innovadoras y por fin sostenibles. Al loro, que no estamos tan mal.
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