TAMBORES PREELECTORALES

El culto a Puigdemont

Día que pasa, día que el 'expresident' gana ventaja al PDECat. Este va perdiendo margen para una ruptura real y, sobre todo, para enhebrar un discurso político alternativo al que emana de Waterloo

Pancarta a favor de Carles Puigdemont el pasado 2 de julio en Estrasburgo

Pancarta a favor de Carles Puigdemont el pasado 2 de julio en Estrasburgo / REUTERS / Vincent Kessler

LUIS MAURI

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El concepto de culto a la personalidad fue acuñado por <strong>Nikita Jrushchov</strong> en 1956. Con esta etiqueta reprobó Jrushchov en el XX congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética los crímenes del padrecito <strong>Stalin</strong>, su predecesor en el Kremlin. Este hallazgo lingüístico de la <strong>desestalinización</strong> data del siglo XX, pero el origen de los liderazgos fundamentados en la veneración, la adulación y la obediencia ciega y sectaria se pierde en el túnel del tiempo. De la misma pasta devota están hechas las principales deidades, los dictadores y también los caudillos populistas que medran en los sistemas democráticos.

El fracaso y el subsiguiente estropicio político, económico, social y personal de la aventura secesionista unilateral del 2017 no solo ha fracturado la sociedad catalana. Con parejo impulso autodestructivo, ha fragmentado el campo nacionalista de centroderecha que no hace tanto tiempo era hegemónico en Catalunya. Aquella Convergència de Pujol, llevada a la quiebra por su discípulo Mas, está hoy desmenuzada en pedazos refractarios: JxCat, PDECat, PNC y algunos vehículos particulares como Convergents Lliures. Eso sin contabilizar Units, los restos del naufragio democristiano de Duran Lleida.

El liderazgo de Puigdemont, alimentado por ese fervor extático bautizado por Jrushchov, domina este perímetro político. Y desde su pedestal de santón irredento, Puigdemont está a punto de forzar la enésima fragmentación de la posconvergencia con su asalto al PDECat.

Mítines y mercados

El PDECat carece de liderazgo electoral solvente y Puigdemont, de organización territorial. Esto último es importante en el medio plazo. Pero a corto, la batalla electoral se puede librar hoy en los medios y las redes, sin mitin en Mollerussa ni mercado en Besalú.

Pese a la aparente disposición de la dirección del PDECat a romper con el hombre de Waterloo, el tiempo juega a favor de este último. Si hubo un momento claro para la ruptura fue a finales de julio, cuando Puigdemont dio portazo a su antiguo partido. Desde entonces, día que pasa, día que el expresident gana ventaja. El PDECat se va quedando sin margen de actuación y, sobre todo, de argumentación: no aparece un discurso político alternativo al que emana de Waterloo.  

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