ARTE 'ON LINE'

Mucho recorrido por delante

Museo

Museo / periodico

Xavier Bru de Sala

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Ya podrían, los equipos directivos de los grandes museos, haberse esforzado un poco más. O muchísimo más. Hay, en teoría, capacidad para que las <strong>visitas virtuales </strong>programables proporcionen nuevas experiencias multisensoriales que vayan más allá de las presenciales. Tal vez, prisioneros de las estadísticas sobre el número de visitantes, los responsables de los grandes contenedores del legado universal ven en el matrimonio entre el videoarte y las obras maestras una competencia que podría desbaratar la concepción clásica del museo y desvirtuar a la vez la relación, el diálogo, la personalísima entrevista entre el artista y el receptor que de verdad la degusta.

Las visitas virtuales se revelan como un buen auxiliar de la memoria, encima gratuito, mejor que los clásicos y carísimos libros de reproducciones

En este último punto tienen razón. A la inmensa mayoría del público le sucede como a los espectadores, en este caso de élite, que Proust descalifica cuando observa que los comentarios banales no tienen otra función que disimular su aburrimiento. Insistimos en lo que todos saben y muchos todavía fingen ignorar que, en materia de arte, como en la de los rayos, todos son los llamados ante su fulgor y pocos los tocados, si por el rayo en desgracia si por el arte en gracia. Para estos últimos, realmente escasos, las visitas virtuales se revelan como un buen auxiliar de la memoria, encima gratuito, mejor que los clásicos y carísimos libros de reproducciones. Poder ampliar tanto como queramos el detalle, por ejemplo de una escena de la lucha entre los hombres y los centauros de los mármoles del Partenón, añade una dimensión nueva, instructiva, interesante, incluso reveladora que ni muchas horas en el Museo Británico puede proporcionar. Lástima, claro, que el público potencialmente interesado sea tan reducido.

Las herramientas basadas en el Street View, las que permiten deambular por un museo con un dedo en el ratón y detenerse donde convenga, son sin duda, con pandemia o sin ella, más que un entretenimiento singular, un recordatorio o una anticipación planificadora de excelencia. Seguro que han venido para quedarse, por lo que los museos que aún no la ofrezcan deben darse prisa. Descartada por aberrante la idea de que un ser humano pueda asimilar ni una centésima parte del contenido de un museo en un día, y descalificados los que piensan que con una vez de haber ido al Met o al Louvre ya lo han visto todo, las visitas virtuales podrían servir, aunque no lo faciliten, para que cada uno seleccione las obras, no más de una docena por día, que de verdad le gustaría incorporar a su bagaje íntimo, o para ayudarle a posteriori a integrarlas a su universo estético.

Ahora bien, más allá y no solo para los amantes superficiales de los iconos, las posibilidades de la realidad virtual y de la creatividad que propicia son casi infinitas. En el Poblenou de Barcelona, las exposiciones del Ideal, aunque presenciales, abren la puerta y la mente a los que quieran imaginar cómo de sugerentes, entretenidas, emocionantes, masivas y competitivas podrían ser las recreaciones de las obras maestras encargadas a artistas o artesanos del presente con capacidad de reinterpretarlas al gusto y a las miradas de nuestro tiempo.