ARTE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Cómo visitar los grandes museos del mundo sin moverse de casa

EL PERIÓDICO propone una guía digital de 10 obras de referencia pertenecientes a las colecciones de museos extranjeros para el verano en que no es posible verlas personalmente

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Mauricio Bernal

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Se dijeron los irreductibles amantes del arte, esos que tenían previsto ir al Louvre para ver de cerca la Victoria de Samotracia, o al MoMA para respirar el mismo aire que ‘La gitana dormida’, o a Orsay para pasar una hora se ensoñación frente a ‘La clase de danza’, se dijeron, los que tenían citas largamente postergadas con un museo o una obra de arte en particular, que no por ser el verano del covid y la inmovilidad, el de quedarse en casa o no moverse demasiado, iban a faltar a sus compromisos. Al menos, no totalmente. Es la primera pandemia de la era digital y hay innumerables cosas al alcance de un clic. Por ejemplo, las obras de arte.

La mayor parte de los grandes museos del mundo han vuelto a abrir sus puertas al público una vez superadas las semanas más estrictas del confinamiento, pero sus cifras de visitantes están muy por debajo de lo que es habitual. Las del público presencial; las de aquellos que han optado por la visita virtual, no. Al contrario. El director del Museo del Louvre, Jean-Luc Martínez, contaba hace unas semanas que las visitas a la web del museo se habían multiplicado por 10. Max Hollein, director del Met, explicó que en su caso habían aumentado un 76%. En una entrevista, Hollein dijo que en tiempos de covid entendía que su misión era aportar “consuelo, alegría e inspiración a las vidas de las personas a través de la programación en línea y en las redes sociales”. Claro que no es lo mismo, pero nada lo es en estos tiempos.

Primer museo virtual

El coronavirus ha puesto a prueba la capacidad de los museos de satisfacer virtualmente la demanda de sus contenidos. Algunos estaban más que preparados, otros menos. Hay centros como el Hermitage de San Petersburgo que ofrecen una cuidadísima visita virtual por algunas de sus más importantes salas, con información permanente sobre las obras y el edificio; el recorrido es interminable, como lo es en modo presencial. ¿La Capilla Sixtina? De acuerdo: en la web del Museo Vaticano se puede visitar virtualmente, y con bastante detalle. En general, no hay museo con vocación de universalidad que no ponga al alcance de su público internauta algunos de sus mejores contenidos. El próximo año, ojalá, los irreductibles amantes del arte podrán hacer el viaje pospuesto; mientras tanto, esa obra está ahí, al alcance de un clic.

Nada sustituye la experiencia personal ante una obra de arte, incluso cuando esa pintura o esa escultura permanecen rodeadas de hormigueantes turistas, que es algo que cada vez ocurre u ocurría con más frecuencia. Signo de los tiempos que corren, por estos días ‘abrirá’ sus ‘puertas’ el primer museo enteramente virtual del mundo, el Virtual Online Museum of Art (VOMA), una iniciativa de la que se sabe poco aparte de que su curador será el marchante de arte afincado en Londres Lee Cavaliere y de que varios artistas de orígenes distintos han participado en su diseño. ¿Y cuáles son esos tiempos que corren? Los de la convivencia. Entre lo palpable y lo que no. Las obras reseñadas en este artículo son palpables… de otra manera.

La gitana dormida (Henri Rousseau, MoMA)

Por supuesto que lo que importa es esta magnífica obra del pintor parisino, “conjura de un anhelo por el pasado preindustrial y afirmación de su estatus como una nueva forma de arte moderno”, como dice la cartela virtual. Pero atención: el ‘Poema en forma de telegrama para alguien que mira ‘La gitana dormida’ de Henri Rousseau’, de Sharon Olds, merece más de una escucha. Parte de un proyecto del MoMA que invita a poetas a escribir inspirados en obras de la colección, Olds llega a la siguiente conclusión: el cuadro es el sueño de su padre cuidándola.

Victoria de Samotracia (Anónimo, Museo del Louvre)

Descubierta en 1863 en la isla griega de Samotracia e incorporada desde 1894 a la colección del Louvre, la ‘Victoria de Samotracia’ es probablemente la segunda pieza más famosa del museo parisino después de la ‘Gioconda’. Está allí, magnífica, al final de la escalera, como han podido comprobar todos los que han tenido oportunidad de verla de frente. Su versión virtual merece la pena: la acompaña un vídeo de factura exquisita que revela algunos de sus misterios y elucubra sobre el aspecto que debía tener la versión original y completa.

La piedra Rosetta (Anónimo, British Museum)

Se pueden hacer dos cosas: o bien entrar en la página dedicada a la Sala 4 del museo, donde la piedra Rosetta (esa que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios) es la estrella (junto a la estatua de Ramsés II), o bien entrar en la propia sala 4 por el camino de la visita virtual y apreciar la famosa roca tal y como se apreciaría si uno estuviera en el museo londinense. Quizá lo mejor sea hacer ambas cosas: documentarse en la primera y deleitarse en la segunda. Y soñar con ir a verla personalmente el año que viene.

Bóveda de la Capilla Sixtina (Miguel Ángel, Museo Vaticano)

Quizá porque la mejor manera de contemplar la Capilla Sixtina es en silencio, privilegio que probablemente solo han tenido los Papas, la visita virtual que propone el Museo Vaticano es eso: silente. Sobria, como debe ser lo vaticano. Pero la reproducción está tan bien lograda que sin duda se agradece. Información documental sobre la capilla y sobre Miguel Ángel, sobre los cuatro años que pasó allí pintando y sobre las historias del Génesis que pintó, entre otras cosas, están en la misma web del museo o, básicamente, por doquier.

El dormitorio en Arlés (Vincent Van Gogh, Museo Van Gogh)

De una de las obras maestras del artista holandés que forman parte de su colección, el Museo Van Gogh hace un interesante ejercicio para mostrar cómo los colores de la pintura han perdido intensidad con los años. El internauta puede desplazarse a lo ancho del cuadro y comprobar cómo era originalmente y cómo es hoy. “Las paredes y puertas, por ejemplo, eran originalmente más púrpuras que azules”, reza el texto adjunto. Es la clase de experiencia imposible de vivir en directo, por más que el guía se esfuerce en explicarlo.

La clase de danza (Edgar Degas, Met / Orsay)

“El foco de la composición es la joven bailarina en el centro que lleva un cinturón rosa. Está ejecutando una figura de ballet para su examen”, explica una voz en off (el guía virtual) sobre una de las obras maestras del pintor francés. He aquí una de esas contradicciones del mundo virtual: la obra está exhibida en el Museo de Orsay de París, pero si se trata de disfrutarla virtualmente, entonces hay que ir a la página del Met, que ofrece la posibilidad de apreciar sus detalles y entender sus intríngulis como difícilmente sería posible en una sala llena de gente.

El baile del Molino de la Galette (Auguste Renoir, Museo de Orsay)

Ahora sí, una del Orsay en la página del Orsay. A usted, apasionado de la obra de Renoir, le gustaría saber en manos de quién ha estado el cuadro desde que fue pintado. Le gustaría saber dónde ha sido expuesta. Le gustaría confirmar que fue presentada en la exposición del grupo impresionista de 1877. Le gustaría saber que sus pinceladas son descritas como “vibrantes y coloreadas”, que su estilo es “innovador” y su formato, “imponente”, y en fin, que es una de las obras maestras de principios del impresionismo. Pues haga clic.

La callejuela (Johannes Vermeer, Rijksmuseum)

Como de muchas de las pinturas del autor de ‘La joven de la perla’ que atesora en su colección, el Rijksmuseum ofrece una reproducción detallada de esta obra atípica sobre casas típicas de Delft que Vermeer pintó en 1658. El viaje virtual por la obra incluye un comentario en audio que explica detalles como, por ejemplo, que al pintar los bajos de las casas en blanco el artista realzaba las figuras del cuadro, dos mujeres y dos niños. “Ningún otro artista pintó nunca una simple escena de ciudad con tanto cariño y precisión”, dice la voz.

El regreso del hijo pródigo (Rembrandt, Museo Hermitage)

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Colgada en la sala 254 del imponente museo, ‘El regreso del hijo pródigo’ es una de esas pinturas que, guardadas las proporciones, depara imágenes similares a las de la ‘Gioconda’ en el Louvre: mucha gente alrededor. Eso en tiempos normales. En tiempos en que es mejor no viajar, ahí está, en la magnífica visita virtual que propone el Hermitage, o bien con su propia página aparte plagada de explicaciones. Se trata sin duda de una de las obras maestras de Rembrandt, explica la cartela virtual, que pintó pocos meses antes de morir.

Haskell’s House (Edward Hopper, National Gallery de Washington)

Nadie que vaya a la National Gallery deja de pasar unos minutos frente a la obra que el pintor estadounidense compuso inspirado en la casa sita en el número 316 de la calle principal de Gloucester en 1924 (y que existe aún). Hacerlo a miles de kilómetros de distancia y a los mandos de un aparato electrónico depara el placer de, herramientas tecnológicas de por medio (un riguroso zoom, por ejemplo), abarcar el detalle como querría probablemente un estudioso. Y con todo el tiempo del mundo para hacerlo.

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