El nuevo curso

Escuelas y covid: ¿dónde queda el debate sobre la educación?

Valoramos poco las consecuencias que puede tener para la infancia y la juventud la vivencia de meses sin clases presenciales y la posibilidad de que se repita la situación

Coronavirus

Coronavirus / periodico

Gemma Altell

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El mes de agosto nos ha traído la previsible polémica sobre la incorporación a la escuela en septiembre para el nuevo curso. El debate está centrado en <strong>cómo garantizar la seguridad </strong>de niñas y niños y adolescentes y -yo añadiría- la incertidumbre también del inicio de las universidades. Es muy importante, en términos de salud pública, qué puede pasar con el alumnado, pero también con el profesorado y con las familias a nivel de contagios y de extensión de la pandemia. Sin embargo, existen como mínimo dos aspectos más de gran relevancia que han sido mucho más invisibilizados; por un lado, el impacto del posible cierre de las escuelas o grupos de clase para las familias -especialmente para las madres- y sobre todo el debate alrededor del impacto educativo (no solo académico) para estas generaciones de niños y niñas y la vivencia de la pandemia.

Empezaremos por este último aspecto. El menos abordado. Sin querer restarle importancia a la necesaria seguridad, me parece sorprendente cómo estamos valorando tan poco las consecuencias que puede tener para esta infancia y juventud la vivencia pasada de los largos meses sin presencialidad y otras carencias en las escuelas e institutos del curso pasado y la posibilidad de que se repita la situación durante este próximo curso. Hablo de las consecuencias en términos formativos, sin duda, pero también de construcción de su vida social y afectiva, en términos sociales y de su salud mental. La escuela es uno de los agentes de socialización básicos para la infancia y la adolescencia. Además, es un espacio de 'homogeneización' de las diferencias sociales en muchos casos y de detección de problemas de salud, sociales, psicológicos, etcétera. Me sorprendre pues que prioricemos solo el foco del contagio tanto por parte del Departament d'Educació como por parte de las familias.

Nuestras hijas e hijos están, ahora mismo, ante una incertidumbre absoluta no solo referente a la presencialidad en la escuela o instituto sino también en el seguimiento del curso en toda su extensión e integralidad. Estamos ante un estado de provisionalidad que, si bien no ha tocado más remedio que mantener en estos meses de primavera y confinamiento, no puede ser sostenible durante el próximo curso porque la vida sigue a pesar del covid y, por suerte y por desgracia, deberíamos poder comprometernos como sociedad a proporcionar un futuro a estas niñas y niños mínimamente sólido en todos los aspectos; no solo en términos de salud física.

Enlazando con el aspecto anterior tengo la intuición de que la invisibilización de la necesidad de la escuela (presencial o no) en toda su extensión tiene que ver, una vez más, con el implícito de que siempre habrá -principalmente- madres que asumirán las necesidades de niñas y niños a nivel educativo, social, emocional, psicológico que la escuela no haya podido asumir por 'culpa' del covid.  De nuevo desigualdades de género y sociales. De nuevo no priorizamos en la agenda todo aquello que sustenta la vida y es importante.

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