LA RECONSTRUCCIÓN

Perdonen los señores

Una revisión de la fiscalidad a los más ricos emitía la reconfortante señal de que algo habíamos aprendido

El vicepresidente Pablo Iglesias, pasa delante del jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.

El vicepresidente Pablo Iglesias, pasa delante del jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. / periodico

Antón Losada

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El impuesto a las grandes fortunas se cae, dicen, de la propuesta que PSOE y Podemos quieren presentar ante la comisión de reconstrucción en el CongresoSe retira por la remota posibilidad de obtener un acuerdo final más amplio; no vaya a ser que se molesten los señores.

Nunca me ha parecido tan claro que el consenso es un bien social sobrevalorado. Ante la crisis económica y social que se avecina, para sumar los votos de la derecha y a la élite financiera, la izquierda renuncia a reclamar más esfuerzo fiscal a quienes más tienen. Pocas cosas dicen tanto sobre quién domina la agenda pública y marca el relato en este país.

Aquí aún tiene crédito la teoría del goteo: si a los ricos les va bien, algo se filtrará hacia abajo. En el mundo poscovid, donde nada se globalizará más rápido que la penuria y la necesidad recaudatoria, en España, aún creemos que el dinero tendrá donde correr a esconderse si alguien le pide que ponga su parte. 

Al parecer, apelar al patriotismo de cajeras o reponedores que cobran menos del mil euros al mes para que acudieran a su puesto de trabajo en plena pandemia nos definía como un gran país. También formaba parte, al parecer, de nuestro compromiso como país y sociedad esperar que personal sanitario que encadena decenas de contratos al año se esforzara más allá del deber.

Pero pedirle a Amancio Ortega o a la familia Botín pagar un par de puntos más en tributos supone un riesgo para la economía y es malo para el país. Si este no es el mensaje que transmite semejante decisión, se le parece bastante. 

La paradoja

Resulta paradójico que, en aras de la reconstrucción nacional, el mismo país que se indigna con la tacañería de los ricos holandeses desde su confortable paraíso fiscal proponga mantener intacto el escudo fiscal que protege a los ricos españoles. Exigimos a los europeos esfuerzos que nosotros no estamos dispuestos a afrontar.

España es uno de los países donde las rentas altas y de capital soportan una menor presión fiscal y deben asumir menos esfuerzo. En las rebajas y reformas fiscales efectuadas durante la última década, se ha devuelto ocho veces más renta disponible a las rentas más altas frente a las más bajas. 

El impuesto a las grandes fortunas no va a arreglar por sí solo ni la reconstrucción, ni la crisis económica. No se trata tanto de su potencia recaudatoria como de su valor simbólico. Incluir la revisión de la fiscalidad a los más ricos en la propuesta de reconstrucción emitía la reconfortante señal de que algo habíamos aprendido y la historia, al menos en esto, no se iba a repetir.

El bien común

Esta vez íbamos a optar por redistribuir el esfuerzo haciendo que soporte más quien más capacidad tenga, en vez de distribuir el sufrimiento castigando aún más a quienes más sufrían como sucedió durante la Gran Recesión. Los impuestos no nacen para proteger la riqueza. Se crean porque solo así se sostiene el bien común que hace posible la riqueza. Pregúntele a Adam Smith, que por algo era recaudador de impuestos.