desescalada en Barcelona

La salud está en el aire

Vista general de Barcelona desde el mirador de Torre Baró, con apenas contaminación por la crisis del coronavirus, el pasado 26 de marzo

Vista general de Barcelona desde el mirador de Torre Baró, con apenas contaminación por la crisis del coronavirus, el pasado 26 de marzo / periodico

Lluïsa Cendón, Olga Margalef y Joan Maria Soler

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El covid-19 nos ha causado un gran sufrimiento como sociedad, pero también nos ha regalado la clarividencia de quien se ve contra las cuerdas. En pocos días nos dimos cuenta que lo más importante era adoptar medidas para garantizar la salud y los cuidados. Ahora estamos ya en plena desescalada, con muchas ganas de reencontrarnos con nuestros amigos y familiares y de podernos mover con normalidad. Esta desescalada está programada para protegernos del virus pero paradójicamente nos expone de nuevo a un elemento también invisible y peligroso para la salud: la contaminación atmosférica.

La contaminación atmosférica es el primer problema de salud ambiental en el mundo. Por ejemplo, solo en la ciudad de Barcelona se calcula que la contaminación del aire es responsable de 700 muertes prematuras anuales y de más de 2.000 casos de patologías. Respirar un aire contaminado está relacionado con una mayor incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, pero también con un menor desarrollo de capacidades cognitivas en niños y niñas o con el alzheimer precoz. Según estudios del ISGlobal, la elevada densidad de vehículos también nos expone a un ruido que causa 600 muertes prematuras en Barcelona y unos 2.000 casos de enfermedad cada año.

Estudios recientes muestran la relación entre una baja calidad del aire y los efectos del coronavirus. En Italia, las manifestaciones más severas de covid-19 que requirieron de ingresos en la uci, se observaron en las zonas más contaminadas. En estas regiones la mortalidad ha sido el doble que en otras zonas que presentaban un aire más limpio. Los epidemiólogos lo llaman el “doble golpe”: la exposición crónica a niveles elevados de partículas genera un daño en los alveolos que facilitala implantación de una mayor carga viral. Por otro lado, los pulmones que respiran de forma continuada valores elevados de NO2 se deterioran, por lo que la capacidad de respuesta a la enfermedad es menor. Como todo lo que envuelve la naturaleza de este nuevo virus, estas relaciones son todavía motivo de investigación y hará falta el estudio de más localidades y poblaciones los próximos meses para recabar más evidencias.

Economía y movilidad

En este contexto es inevitable preguntarse por qué se han adoptado medidas tan excepcionales durante la pandemia para frenar el numero de contagios y muertos y en cambio no se hace lo mismo parar combatir la mortalidad y la reducción de la calidad de vida causada por la contaminación. La necesidad de confinamiento ha evidenciado que toca pensar en una economía y movilidad que nos permita garantizar la salud del conjunto de la población. En estos momentos, ciertos sectores presionan para identificar la nueva normalidad con llenar la ciudad de coches, escondiendo que la recuperación de trafico también comporta la recuperación de los impactos sobre la salud de la contaminación atmosférica y el ruido.

El momento que hemos vivido tiene un valor añadido, ya que hemos podido experimentar como al reducir la circulación de coches y motos, la calidad del aire ha mejorado automáticamente. Y es que por primera vez en décadas pudimos respirar un aire que no era perjudicial para la salud. También las aglomeraciones en aceras y paseos, en contraposición con unas calzadas vacías, nos han mostrado la desproporción que hay entre la ocupación de las vías por parte de los vehículos de motor en relación a los peatones.

Durante el desconfinamiento algunos ayuntamientos han tomado algunas medidas positivas, como añadir carriles bici o más espacios para peatones. Pero estas actuaciones tienen que ser más valientes y permanentes si realmente se quiere proteger a la población. Hacen falta soluciones que integren la mejora del transporte público y la restricción del trafico contaminante. Hay que dar el impulso definitivo a la bicicleta como el vehículo urbano del futuro y redistribuir el espacio público para poner en el centro las personas y no los coches.

Esta es una demanda cada vez más extendida, como lo demuestran numerosas plataformas vecinales que reclaman un aire limpio o la campaña Recuperemos la Ciudad impulsada por entidades de Barcelona, Lleida, Girona y más puntos del territorio catalán. Ahora es el momento de aplicar políticas valientes para solucionar, de una vez por todas el problema de la calidad del aire de nuestras ciudades. Y es que queremos poder librarnos de las mascarillas que nos protegen del contagio vírico, pero también de las que nos hacen falta para protegernos de la contaminación.

Lluïsa Cendón – Membre d’Eixample Respira

Mireia Gascon - investigadora d’ISGlobal

Joan Maria Soler – Membre de la FAVB

Olga Margalef – membre de la Plataforma per la Qualitat de l’Aire

Ioar Rivas – investigadora d’ISGlobal