Dos miradas

El búnker

Una hora dicen que pasó Trump en su búnker por las protestas antirracistas. En realidad, llegó a la Casa Blanca habitando esa madriguera

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Emma Riverola

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Refugiado en un búnker subterráneo durante una hora. Así vivió Donald Trump uno de los momentos más duros de las protestas antirracistas que están incendiado el país. Me pregunto si aún sigue ahí dentro. Me pregunto cuántos años hace que entró en él. Cuántos que lo construyó a su alrededor, justo a la medida de su cinismo.

Él, el hombre que dirige un país sacudido por una ola de indignación, rabia y razones, solo ha sabido echar más leña al fuego, incendiar aún más un racismo que mata, un odio que atraviesa la historia de los EEUU. Del mundo. Una hora dicen que ha pasado en su búnker. En realidad, llegó a la Casa Blanca habitando esa madriguera. El nicho que moran todos los que ciegan su visión con muros de cemento. Los incapaces de sentir más allá de sí mismos. O de su ambición. O de su ideología. O de su sordidez. Trump y tantos otros miserables no dejan de cavar. Miles, millones de estancias preparadas para acoger a todos los que, por mil razones, buscan refugio en su ombligo, incapaces de ponerse en la piel de otros.  Si nos detenemos un segundo, quizá también sentimos el temblor bajo nuestros pies.

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