Cinco minutos fundamentales

No estaría mal que antes de salir dedicáramos cinco minutos, solo cinco minutos, a pensar en los demás. De eso depende también el éxito, los aplausos y la celebración (curación) final

Teatro Thalía de Nueva York cerrado por el coronavirus

Teatro Thalía de Nueva York cerrado por el coronavirus / periodico

Josep Maria Pou

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En un día normal de trabajo actores y actrices suelen llegar al teatro con mucho tiempo por delante. Hora y media o dos horas antes de levantar el telón. Cada cual se abandona a su rutina: los hay que pisan el escenario para un precalentamiento corporal y/o vocal, mientras otros se encierran en sus camerinos procurando recogimiento o engrasando, mal que bien, la herramienta de la memoria. Todos buscando aislarse del mundo exterior. Todos con la cabeza puesta en la función del día.

Cuando el regidor canta el primer aviso -“¡treinta minutos!”- empieza la cuenta atrás. Es el momento de cerrar las puertas a todo aquello que no sean la obra y el personaje. Con el segundo aviso - “¡quince minutos!”- aparecen los nervios, el cosquilleo en el bajo vientre, las dudas, el último repaso. Puntual, inexorable, llega el tercer aviso -“¡cinco minutos y empezamos!”- que coincide con la llamada que se hace al público de la sala: “Señoras, señores, faltan cinco minutos para que dé comienzo la representación”. Actores y actrices ocupan el escenario o esperan su momento en la tierra de nadie que lo envuelve. Llega, cercano, el bullicio de los espectadores y la recomendación de apagar los móviles. Bajan las luces y bajan, con ellas, las voces y el bisbiseo hasta llegar al silencio. Y en el silencio, la frase definitiva: “Señoras, señores, la representación va a comenzar”. ¡Arriba el telón!

Actores y actrices saben que esos cinco minutos previos al inicio de la función son fundamentales. Es el momento de la responsabilidad, de afirmarse en las propias capacidades y renovar la confianza en el público y los compañeros. Es el momento de colocar, bien juntos, los pies al borde del abismo y tomar la decisión del salto final.

Este es el trance que nos ocupa a todos ahora en nuestro escenario particular. Cada lunes se levanta un nuevo telón y hay que salir a plantarle cara al virus con el miedo que impone el respetable pero con el arrojo de quien sabe que tiene bien hechos los deberes. No estaría mal que antes de salir dedicáramos cinco minutos, solo cinco minutos, a pensar en los demás. De eso depende también el éxito, los aplausos y la celebración (curación) final.   

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