La clave
El bofetón de Calviño
El pacto con Bildu para la derogación "íntegra" de la legislación laboral trajo tensión, llamadas nocturnas y paso atrás del PSOE por exigencia de la vicepresidenta, que convenció a Sánchez. Estupefacción en Podemos. Y en CEOE.
Gemma Robles
Directora de Red de Contenidos de Prensa Ibérica
Gemma Robles
El bofetón retórico, estratégico y a la desesperada que la vicepresidenta Nadia Calviño le ha arreado a parte del Ejecutivo ha sido de nota. Que se lo digan a Pablo Iglesias, que sigue sin dar crédito. El que también le ha propiciado a los cargos del PSOE que negociaron la última prórroga parlamentaria del estado de alarma (Carmen Calvo y Adriana Lastra, especialmente), estelar.
Cuando avanzada la tarde del miércoles se hizo público que los socialistas, con Podemos y... ¡con Bildu! (ojo, que sigue siendo un tabú para un buen puñado de socialistas) habían firmado un acuerdo para derogar la reforma laboral del PP parecía más de lo mismo. Un 'remember' del documento que sirvió de base a la coalición con los morados hace meses.
Pero no. Encerraba dos noticias: la primera, que se pasaba de «aceptar» los votos abertzales a negociar a nivel nacional, abiertamente y con papeles, con ellos. Indigerible para barones del partido de Pedro Sánchez; carnaza para una derecha hambrienta de polémica e hiriente para el PNV, socio en firme (se supone) del gabinete gubernamental. La segunda noticia es la que ha llevado a la<strong> CEOE</strong> a romper relaciones con el Ejecutivo: el comprometerse a una derogación «íntegra» e inminente -antes del fin del estado de alarma- de la legislación laboral vigente.
El compromiso, dado su calibre y su letra pequeña, fue a portada. Generó alertas informativas. Y un cruce de llamadas nocturnas de alto voltaje entre los que habían osado rubricar el acuerdo, delicioso sin duda para un sector amplio de la izquierda, con los que, como Nadia Calviño, se echaban las manos a la cabeza barruntando lo que llegaba: la ruptura del diálogo social y los reproches desde Europa.
Se tensó la cuerda, se hicieron advertencias serias en Moncloa y decidió el presidente, que sale tocado. Ya a medianoche se rectificó desde Ferraz. Para la CEOE, insuficiente. Para el PSOE, un palo. Para Iglesias, intolerable. Para Calviño, un alivio.
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