LA CLAVE

La vida en negro en la era del coronavirus

Las colas del hambre en nuestras ciudades nacen del paro y de las mil y una chapuzas en nuestra estructura laboral.

Cola de personas que esperan para recoger los alimentos que distribuye entre los más necesitados la organización Madrina en Madrid, el 28 de abril

Cola de personas que esperan para recoger los alimentos que distribuye entre los más necesitados la organización Madrina en Madrid, el 28 de abril / periodico

Carol Álvarez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Otra primavera, la de 2013, un empresario norteamericano aterrizó en Barcelona para asistir a un congreso. Al rato de moverse por la ciudad, ya en el Paseo de Gracia, se preguntó, ¿cómo es que la gente está en las terrazas, de compras?. La España que pisaba era la de la crisis, que alcanzaría aquel mismo verano un 26,3 por ciento de paro. Con esos indicadores, el norteamericano solo se podía imaginar un horizonte a lo Mad Max, con contenedores ardiendo, protestas callejeras, delincuencia e inseguridad y mucha hambre. Si ante sí se ofrecía una ciudad amable era, en gran parte, por el boom de la economía sumergida. El paro daba unos datos, pero el trabajo en negro se había ido infiltrando en nuestra economía tras sucesivas explosiones de burbujas inmobiliarias y crisis del sistema bancario, década a década, hasta plantarse en aquel día primaveral de hace ya 7 años.

Facturas sin IVA, limpiadoras sin seguro, alquileres pagados en metálico, compraventas a pequeña escala, reparaciones  que se 'arreglan' con Bizum….todo un mundo palpita fuera de las estadísticas oficiales. Ese equilibrio mágico, con todo, se ha ido al traste en un escenario que, hasta la irrupción de la pandemia, solo alimentaba pantallas de cine y novelas de ciencia-ficción. Con la propagación del virus no hay una vida en B que valga porque lo que no hay es actividad para nutrirla. Cuando el Gobierno anunció ayudas para los desempleados, olvidaba la realidad, silenciosa, de las legiones de trabajadores en negro que no pagan impuestos, no, pero empujaban también la rueda del consumo con su gasto.  

Las colas del hambre en nuestras ciudades nacen del paro y de las mil y una chapuzas en nuestra estructura laboral. No nos olvidemos de la precariedad de nuestros autónomos. Ahora que el nuevo mantra es la idea de  «reconstrucción», no volvamos a dejarnos ni uno solo de los ladrillos necesarios para levantar  un sistema con garantías. 

Suscríbete para seguir leyendo