Feliz No-Sant Jordi

Entremos en esta columna a través de un acertijo: ¿En qué se parece un cuervo a una mesa de escribir?

Yo solo transmito la adivinanza, que en realidad le hace El Sombrerero a Alicia durante una merienda loca en el País de las Maravillas. Quizá un personaje algo zumbado por culpa del mercurio que inhalaban los artesanos de sombreros y una niña que come setas alucinógenas sean los mejores personajes a los que recurrir para entender la extrañísima realidad a la que nos enfrentamos.

Es dramático, sobre todo para librerías y editoriales, que no se pueda regalar un libro en la Diada del libro, pero si en el futuro celebráramos no-Sant Jordi quizá no dependeríamos tanto de esta jornada

Podríamos decir que un escritor se parece a un cuervo en que sabe alimentarse de la desgracia y a una urraca en que pinza todo lo que brilla, incluso en la basura. Esos mismos escritores, acostumbrados el día de Sant Jordi a exhibirse ante sus lectores, que se han quedado enjaulados este año en casa. Y aun así, tendremos que esperar al final de este texto para intentar despejar la cuestión que lo encabeza.

En otra escena, ya atravesado el espejo, Alicia se cruza con Zanco Panco, también conocido como Humpty Dumpty, ese personaje con pinta de enorme huevo. Ella le hace una observación sobre su corbata, que en realidad interpreta como si fuera un cinturón, y él le dice algo que podría servirnos: "Fue un regalo del Rey y de la Reina como regalo de no- cumpleaños". Alicia se extraña ante esa invención: "¿Qué es un no-cumpleaños?" Y contesta que ella prefiere los regalos de cumpleaños. El gran huevo sacude su frágil y ahuevada cabeza: "¿Cuántos días al año son no-cumpleaños?" La resta es fácil: si tu cumpleaños es solo un día, es no-cumpleaños cada uno de los otros 364. Así que puedes recibir, al menos, 364 regalos. ¿Cómo va a preferir alguien en su sano juicio un regalo de cumpleaños a 364 regalos de no-cumpleaños?

La lógica es tan aplastante que uno sufre por que aplaste al propio huevo, que podría añadir que lo mismo podría aplicarse a los libros y a Sant Jordi. Es dramático (sobre todo para librerías y editoriales) que no se pueda regalar un libro en la Diada del libro, pero si nos propusiéramos celebrar no-Sant Jordi en el futuro, está claro que no dependeríamos tanto de esa jornada.

Ahora que la gestión de qué hacer con Sant Jordi, con sus idas y venidas, ha recordado bastante a la psicodelia de Lewis Carroll, quizá debamos fiarnos de qué tienen que decir autoridades en la materia de lo ilógico como El Sombrerrero y Zanco Panco.

¿Que en qué se parecen un cuervo a una máquina de escribir?, se pregunta, ya impaciente, Alicia y quizá también el lector de esta columna. "No tengo ni la menor idea", responde el Sombrerero, que había planteado la pregunta. Quizá esta crisis tampoco tenga una respuesta unívoca. Pero los lectores y la gente de este sector deberíamos estar acostumbrados a disfrutar de los libros no porque ofrezcan respuestas contundentes, sino porque saben plantear preguntas adecuadas. Mientras nos inventemos una solución al acertijo, podemos seguir pensando y cuestionando y regalando y leyendo libros cada día de No-Sant Jordi.