Dos miradas

El cobijo

Al final solo puede ganar una reacción: egoísmo o generosidad, odio o solidaridad

Cacerolada en Barcelona en octubre del 2017.

Cacerolada en Barcelona en octubre del 2017. / periodico

Emma Riverola

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Andamos con la emoción a flor de piel. Con las lágrimas queriendo asomarse. Por las súbitas ausencias sin despedidas. Por las curaciones arrebatadas a la muerte gracias a la entrega de tantos. Sería demasiado bello creer que este virus nos va a hacer mejores. En cada uno de nosotros se libra una batalla marcada por el miedo y la impotencia. A fuego lento se confitan las reacciones. Al fin, solo puede ganar una. Egoísmo o generosidad. Odio o solidaridad. Levantar los puños, proteger el rostro y prepararse para lanzar un directo al rival, sea quien sea el rival, o disponerse a abrir los brazos y elegir fraternidad.

Esos sentimientos íntimos, que surgen de las tripas o la piel, se extienden más allá de nuestro cuerpo y pugnan por conformar el entorno. Ya lo está haciendo. Aquí y a lo largo del planeta. Solo queda la duda de si perdurarán más allá de la excepcionalidad. Los políticos pueden ser más o menos ineptos, más o menos populistas, irresponsables, incluso sectarios. Pero son nuestras emociones las que les dan cobijo y alimentan. Un fanático es solo eso, un ciego. Un fanático acompañado es totalitarismo.