LA CLAVE

La quinta columna

Esto es la guerra. Nuestra guerra. Y como en toda contienda, en esta no faltan quintacolumnistas que tratan de sacar tajada particular de la calamidad colectiva. No todo iba a ser heroicidad

zentauroepp52879527 mauri200321212044

zentauroepp52879527 mauri200321212044 / periodico

LUIS MAURI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Esto es la guerra. Nuestra guerra. El combate contra el coronavirus es la guerra de las dos primeras generaciones que nunca han sufrido una contienda militar en carne propia. Las guerras causan dolor individual y tormento social; aterran, arruinan y devastan países; algunas veces despiertan heroísmo y abnegación, pero siempre crueldad, ruindad y bajeza.

Macron<strong>Merkel </strong>y muchos otros han señalado ya este parangón. El presidente francés: "Es la guerra". La cancillera alemana: "Es el mayor desafío al que nos enfrentamos desde la segunda guerra mundial".

Del mismo modo que la ficción artística requiere que el receptor deje en suspenso su incredulidad, la guerra requiere que los combatientes anulen su humanidad. Afortunadamente, esta regla no rige en la lucha contra el coronavirus: el enemigo no es un igual, sino un agente infeccioso microscópico.

Las condiciones del combate en esta emergencia global sí se asemejan en ocasiones a las de las conflagraciones bélicas. Los sanitarios, escasos en número y desprovistos de equipos de protección realizan su trabajo asistencial en condiciones heroicas. Traen a la memoria a los milicianos calzados con alpargatas en las lomas pedregosas del frente del Ebro o a los soldados soviéticos que saltaban de dos en dos con un solo fusil por pareja en el cerco de Stalingrado: cuando caía uno, el otro cogía el arma y seguía; dar media vuelta no era una opción, te esperaba una bala del comisario. La Orden 227 de Stalin: "Ni un paso atrás".

Austeridad inclemente

En esta guerra actual, ningún sanitario deserta. Tampoco combate obligado a punta de pistola. Eso sí, sin material protector y sin el número necesario de compañeros, respiradores y plazas de uci, es como ir a la batalla en alpargatas y sin un fusil cada uno. Es el fruto dramático de los recortes de una década en la <strong>sanidad pública</strong> bajo la guía de una austeridad inclemente. Un dramatismo que ahora queda al desnudo con toda su gavedad.

Y como en toda guerra, en esta no falta la quinta columna. Personas desleales, ventajistas, saboteadores o granujas que tratan de sacar tajada de la calamidad colectiva. No todo iba a ser heroicidad.