La hoguera

Vivimos en el 'Decamerón'

Las epidemias se combaten con trabajo, higiene, responsabilidad, y también con historias y cuentos. Sin ellos, los humanos nos mustiamos como plantas sin luz

Dos personas con mascarilla caminan en una desierta plaza de San Carlo, este jueves en Turín.

Dos personas con mascarilla caminan en una desierta plaza de San Carlo, este jueves en Turín. / periodico

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

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Tras la epidemia de peste que en 1348 diezmó Florencia, Giovanni Boccaccio escribió el 'Decamerón', donde diez amigos se refugian de la enfermedad en una villa campestre y matan el tiempo contándose historias. Las epidemias se combaten con trabajo, higiene, responsabilidad, y también con historias y cuentos. Sin ellos, los humanos nos mustiamos como plantas sin luz. Lo sabían los tuberculosos del sanatorio de 'La montaña mágica' de Thomas Mann, los locos de 'El hospital de la transfiguración' de Stanislav Lem, los enfermos de 'Pabellón del cáncer' de Aleksandr Solzhenitsyn. Las historias nos evaden de la cárcel, el hospital y el aislamiento.

En Italia, que es nuestro futuro inmediato, la gente sale por la noche a los balcones y canta. Se encierran en casa para leer y ver películas, se cuentan cuentos. Días antes de la epidemia salió un libro que nos servirá para componer una medicina alquímica: 'El arte de contar bien una historia', del juglar contemporáneo Héctor Urién, una de las personas más brillantes a la hora de transportar a la gente sin que se mueva del sitio.

Un rasgo poco comentado de esta epidemia es que hace difícil pensar en otra cosa. Nos encierra en una cárcel mental de la que es urgente que salgamos. Yo mismo, desde hace días, he interrumpido la escritura de un libro que tengo que entregar pronto. Cuesta sacar a las ideas de la jaula de los gráficos epidémicos, llevarla a otro lugar. Ni las películas que he visto cien veces y son como amigos me despistan. Despistarse en estas circunstancias requiere disciplina.

Despiste, evasión, es lo que necesitamos. En el tiempo de arresto domiciliario que nos espera contad historias a vuestros amigos por teléfono, en las redes sociales, en pareja, con quienes permanezcan prisioneros junto a vosotros. Será vital que hablemos en cosas distintas, soñar en voz alta, hacernos reír. Como los diez amigos de el 'Decamerón' de Boccaccio tendremos que poner a trabajar ingenio y erotismo, el drama y la farsa, el duelo y la fiesta.