Desaceleración del PIB

¿Qué le pasa a la economía?

La crisis del coronavirus parece ocultar los problemas de fondo de la economía española: ahora tenemos algo a quien echar las culpas

Ilustración de Trino

Ilustración de Trino / periodico

Antonio Argandoña

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La economía española pierde ritmo, poco a poco, pero la desaceleración se notaba ya desde antes de la crisis del coronavirus. ¿Por qué estaba ocurriendo esto, ya desde hace un tiempo? Aparentemente, no nos pasaba nada grave. El PIB crecía a tasas próximas al 4% en el 2015; se movió en el 2019 alrededor del 2%, y esperamos poco más de 1,5% en este año. Bueno, no está mal; economías más prósperas que la nuestra, como Alemania o Francia, estaban creciendo bastante menos. Probablemente, dicen los expertos, el crecimiento potencial está alrededor de 1,5%, o sea que estábamos a velocidad de crucero. Sí, pero, ¿por qué no volvíamos a crecer a tasas del 3% o 4%?

Me parece que la respuesta es: porque no había nada que explicase ese crecimiento mayor. En el 2015, el buen año antes mencionado, salíamos de una recesión profunda, y teníamos todo a favor: capacidad productiva ociosa, mano de obra disponible, maquinaria que necesitaba renovación, iniciativas de inversión, tipos de interés bajos, un razonable optimismo en todos los sectores, costes laborales moderados… Ahora, esos factores que explicaban un crecimiento alto han desaparecido, también en otros países de la Unión Europea.

Si lo que acabo de contar es verdad, entonces nos quedaban, principalmente, cuatro salidas. Una, seguir igual: crecer a nuestra tasa potencial de alrededor del 1,5%. No nos gusta, porque supone llevar un crecimiento lánguido. Y, además, la ley de Murphy sigue en vigor: si algo puede salir mal, saldrá mal. Y eso es lo que pasó con la crisis del coronavirus.

Esta crisis tiene ya un impacto innegable, aunque todavía moderado. Pero no va a cambiar el crecimiento de nuestra economía, después de un periodo de ajuste que los expertos internacionales calculan entre tres y nueve meses. La caída de la demanda será transitoria; la perturbación de las cadenas de suministro puede ser más larga, y con efectos importantes en algunos sectores. Al final del episodio la tasa de crecimiento potencial no será muy distinta del 1,5% potencial. De modo que volvemos a la pregunta: ¿qué podemos hacer? Con o sin coronavirus, la flojera de la economía española no se va a solucionar por sí sola.   

Con motivo de la crisis del coronavirus se están tomando medidas expansivas que son de efectos dudosos

La segunda salida es practicar políticas expansivas. Pero esto no parece fácil. El Banco Central Europeo está revisando su estrategia, porque unos tipos de interés próximos a cero no son capaces de reanimar la demanda, y crean otros problemas, como la abundancia de empresas zombis, que sobreviven alargando créditos que no pueden pagar –y algo de eso hay detrás de nuestro bajo crecimiento actual-. Y la política fiscal se enfrenta con un alto nivel de deuda, que no nos perjudica demasiado con tipos de interés muy bajos, pero que sería un problema importante si esos tipos fuesen un poco más altos. Con motivo de la crisis del coronavirus se están tomando medidas expansivas que, en todo caso, son de efectos dudosos: tipos de interés más bajos no reanimarán la demanda, a corto plazo, y desde luego no solucionarán el problema de las cadenas de suministros. A lo más, generarán euforia en la bolsa, pero sin un sustento firme en la economía real.   

La tercera solución es que nos saquen otros. ¿Quiénes? ¿Una Europa que amenaza con desmembrarse y que está más débil que nosotros? ¿China, con sus numerosos problemas? ¿Estados Unidos, en pleno repliegue nacionalista? ¿Un Banco Central Europeo escaso de municiones? ¿Una Comisión Europea sin un programa definido?

La cuarta es la única que me parece viable: un programa de reformas que nos permita ir corrigiendo los problemas que, mientras no se arreglen, no nos dejarán crecer: un mercado de trabajo paralizado con tasas de desempleo alrededor del 14% y una elevada temporalidad; un sistema educativo que no prepara suficientemente a las nuevas generaciones para que suban al tren de una economía pujante y con garbo; un sistema de innovación que pinta muy bien en algunos sectores, pero que hace aguas en otros; demasiadas empresas pequeñas con dificultades para crecer; unas instituciones anticuadas… y un Gobierno cortoplacista, como todos los que hemos tenido en los últimos años.

La crisis del coronavirus parece ocultar los problemas de fondo de la economía española: ahora tenemos algo a quien echar las culpas de nuestros problemas. Pero los problemas siguen ahí. Las familias tendremos que sufrir los costes; las empresas tendrán que hacer un esfuerzo extraordinario, y el Gobierno… ¿qué hará?