La clave
La banalización de la libertad de expresión
La sátira auténtica se dirige siempre contra el poder, jamás contra los débiles y las víctimas. Eso no es sátira, es abuso
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
La Asociación Cultural El Chaparral de Las Mesas ha logrado sus minutos de fama gracias a una comparsa del carnaval de la localidad de Campo de Criptana (Ciudad Real) que tenía como tema el Holocausto. Los miembros de la comparsa participaron en el desfile de carnaval disfrazados de nazis y de judíos en los campos de exterminio (como el ominoso traje a rayas) al ritmo de música de baile. La embajada de Israel denunció esta flagrante banalización del Holocausto (imposible llevarle la contraria a los diplomáticos israelís en su protesta) y el alcalde de Campo de Criptana tiró de manual: pidió perdón “a quien haya podido sentirse ofendido” (un clásico en estos casos) y se preguntó hasta dónde deben llegar los límites de la libertad de expresión.
Lo confieso: no sé hasta dónde deben llegar los límites de la libertad de expresión, pero el final de la vía ferroviaria en la puerta de entrada del campo de exterminio de Auschwitz me parece un buen lugar donde poner límite a la sátira. César Strawberry, cantante de Def con Dos recientemente absuelto por el Tribunal Constitucional por unos tuits que el Tribunal Supremo consideró enaltecimiento del terrorismo, defiende que existe un derecho al mal gusto. Yo no lo llamaría derecho, pero entiendo que la repugnancia moral no debe constituir un delito penal en una sociedad democrática. Eso sí, que a la Asociación Cultural El Chaparral de las Mesas le ampare la libertad de expresión no implica que su comparsa sea menos insultante y deleznable.
Cabe defender la libertad de expresión, siempre, incluso en Campo de Criptana. Pero en muchas ocasiones tras ella se parapetan algunos de los trazos característicos de estos tiempos: infantilismo, adanismo, epatar por la vía rápida. Para aspirar a ser ‘Southpark’ hay que tener algo más de talento que el caca, culo, pedo, pis, y el agárrame el cubata, que vas a ver la que lío, sobre todo no te olvides de subir el vídeo al facebook, que la petamos. Hay que entender, de entrada, que la sátira auténtica se dirige siempre contra el poder, jamás contra los débiles y las víctimas. Eso no es sátira, es abuso.
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