La trampa de la vivienda

Si la angustia cotizara en bolsa, al mercado inmobiliario se le daría la vuelta como a un calcetín. Lo peor es que no aprendemos. O nos confunden. O nos cuesta rebelarnos. Durante la ‘España va bien’, fuimos bombardeados por mensajes del sector empresarial y de la Administración. Comprad, comprad viviendas, cantaban las sirenas. Cabalgamos ufanos sobre el jinete hipotecario. Y resultó ser el del apocalipsis.

El Síndic de Greuges ha presentado el informe anual 2019. 1.300 familias se encuentran en situación de “emergencia residencial” y el periodo de asignación de viviendas puede llegar a los dos años. Sin recurrir a informes, todos conocemos la múltiple trampa de la precariedad laboral y residencial. Mientras, Competencia expedienta a Idealista y otras plataformas por encarecer el precio de las viviendas (cosa que ya denunció el Observatori Metropolità de l’Habitatge de Barcelona hace un año). En esta tesitura de abuso continuado, toda medida que fomente el acceso social a la vivienda y evite los desahucios es imprescindible. Ya sabemos que cuando las empresas van bien… no siempre los ciudadanos van bien.