A pie de calle
Más allá de las lenguas
Ningún extranjero puede votar en las autonómicas o generales, aunque tienen trascendencia en temas que les afectan, como la educación, el trabajo o la sanidad
Rafael Pradas
Periodista
Rafael Pradas
Los debates sobre la inmersión en la escuela que se generaron con motivo del pasado congreso del PSC sirvieron para poner sobre la mesa la realidad de las lenguas en Catalunya.
No me refiero solo a catalán y castellano, en el centro de ese debate, con el inglés como opción necesaria para que funcione el ascensor social. La realidad lingüística y cultural catalana es mucho más compleja y se debería saber gestionar. Se hablan alrededor de 300 idiomas: árabe, rumano, francés, ruso, bereber o amazigh, portugués, italiano, chino, inglés, alemán figuran entre los más hablados en casa (añadimos 49.000 personas que hablan habitualmente gallego) y un largo etcétera. Hay escuelas en los barrios populares que son la Babel de la era tecnológica.
La lengua como expresión cultural ayuda a tener una percepción del mundo. La estadística sobre las lenguas habladas en el país constata, en sí misma, que nuestra sociedad es muy plural y que se pueden compartir identidades y culturas. Solo en Barcelona viven 330.000 personas de 180 nacionalidades, el 20% de la población de la ciudad, y en el consejo municipal de la inmigración están representadas unas 40 entidades que son la punta del iceberg de vínculos cotidianos construidos en los barrios, de encuentros más o menos formales, relaciones en centros de culto, tiendas, restaurantes, fiestas populares, redes de solidaridad o medios de comunicación... Páginas web, publicaciones, emisoras de radio -Radio Aswat, Pakcelona, Equinox, Matrioshka FM, por poner unos ejemplos- ayudan a conectar las procedencias y la nostalgia con la realidad diaria que, ciertamente, no es la misma para todos los inmigrados o expatriados. Entre el europeo o americano que trabaja en un centro tecnológico y la mujer filipina del servicio doméstico hay todo un abismo.
El derecho de ciudadanía
La cuestión va más allá de constatar la <strong>diversidad</strong>, los sentimientos compartidos y las expresiones culturales plurales. Habría que garantizar los derechos de ciudadanía del más de un millón de personas extranjeras que viven legalmente en el conjunto de Catalunya, de las cuales más de 800.000 son mayores de edad y, sin embargo, en términos generales, no pueden participar de las decisiones políticas, no pueden votar. Solo los residentes comunitarios empadronados pueden hacerlo en las elecciones al Parlamento europeo y en las municipales, si lo piden previamente. También los ciudadanos de una docena de países europeos, latinoamericanos y asiáticos que tienen acuerdos con España pueden votar en las municipales.
La realidad es que ningún extranjero puede votar en las autonómicas o generales, que tanta trascendencia tienen para temas como educación, trabajo, economía, transportes, vivienda o sanidad. Son preocupaciones de los catalanes y los españoles, pero también de todos esos compatriotas de la vida cotidiana, preocupados por el futuro de los hijos, que es lo que ayuda a ver las cosas con claridad. A que la gente quiera ser un solo pueblo aunque venga de muchos pueblos y de muchas lenguas.
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