Dos miradas

Humillación

La misión de tanto exabrupto es crispar la convivencia, observarnos unos a otros como enemigos, ir cavando trincheras

Inés Arrimadas enseña una carpeta con el nombre de Adriana Lastra, del PSOE

Inés Arrimadas enseña una carpeta con el nombre de Adriana Lastra, del PSOE / periodico

Emma Riverola

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Nos hemos acostumbrado. Quizá aún guardamos una pizca de asombro cuando las declaraciones de un político destilan una dosis tan alta de desprecio, de humillación, que merecen un titular, una foto. Pero las descalificaciones, muchas veces sustentadas en mentiras, forman parte de nuestro paisaje habitual. Lo peor es que buena parte no son improvisaciones fruto de un calentón ni una respuesta a un ataque, son armas premeditadas de humillación. Cuando Arrimadas mostró su cartelito burlándose del currículo de Lastra durante la intervención de la socialista, se desnudó de su cargo de diputada y exhibió la sonrisa socarrona del matón de la clase.

Es solo un ejemplo. Hay muchos. Demasiados. Y no son inocuos. El hedor de esa basura política también llega hasta los ciudadanos. Probablemente, esa es la misión de tanto exabrupto. Crispar la convivencia, observarnos unos a otros como enemigos, ir cavando trincheras. Al fin, todos somos víctimas de las armas de la humillación política. Al menos, seamos conscientes. La burla a Lastra pretendía ser la burla a todos los ciudadanos favorables al pacto de la izquierda.