Editorial

Diálogo entre ideologías diferentes

La admonición de Felipe VI contra la tentación de ir a los extremos no debería caer en saco roto

S.M. el Rey Felipe VI en su mensaje de Navidad del año 2018

S.M. el Rey Felipe VI en su mensaje de Navidad del año 2018 / CASA DE S.M. EL REY

El Periódico

El Periódico

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Quiero destacar (...) el deseo de concordia que, gracias a la responsabilidad, a los afectos, la generosidad, al diálogo y al respeto entre personas de ideologías muy diferentes, derribó muros de intolerancia, de rencor y de incomprensión  que habían marcado muchos momentos de nuestra historia». En unos tiempos marcados por la polarización política y  la incapacidad que los partidos han mostrado hasta el momento para forjar una mayoría de gobierno tras dos elecciones generales, el rey Felipe VI dedicó su tradicional discurso de Nochebuena a elogiar el diálogo, la responsabilidad y la «voluntad de entendimiento» que,  a  juicio del Monarca, forman parte de los valores que comparten los ciudadanos españoles en el ámbito de la Constitución.

El Rey hizo referencia en su discurso a la situación de bloqueo político en la que se encuentra el país al señalar que es al Congreso de los Diputados a quien corresponde otorgar o denegar su confianza al candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, y destacó el carácter integrador de la Constitución, que «reconoce la diversidad territorial que nos define y preserva la unidad que nos da fuerza». Una referencia oportuna, en un momento en que el texto constitucional –que puede ser reformado por los cauces así establecidos– es atacado tanto por el independentismo como por una extrema derecha en auge que no esconde una pulsión recentralizadora y uniformadora alejada de la letra y el espíritu constitucional. 

Como es habitual, el discurso de Felipe VI fue prolijo en elogios a las virtudes cívicas de la ciudadanía y la democracia españolas, pero el Monarca se cuidó de caer en la autocomplacencia. Así, el Rey admitió que vivimos «tiempos difíciles» en términos externos e internos. El Monarca enumeró como grandes retos globales el rumbo futuro de la Unión Europea, los de la digitalización, la gestión de los movimientos migratorios, el cambio climático y la desigualdad laboral entre hombres y mujeres, mientras que en un contexto puramente español citó como «serias preocupaciones» la desigualdad que la crisis económica ha agudizado, el deterioro de la confianza de muchos ciudadanos en las instituciones y, «desde luego, Catalunya». Fue la única referencia explícita a la crisis política catalana, que este año se ha agravado tras el juicio y la sentencia a los líderes políticos y sociales del ‘procés’, pero es inevitable leer en el contexto del contencioso catalán algunas de las referencias del discurso del Monarca, como la defensa del diálogo y al papel de la Constitución como garante de la diversidad territorial.

La admonición del Rey contra la tentación de ir hacia los extremos no debería caer en saco roto. Es justo en los momentos más polarizados y en las coyunturas más exigentes cuando conviene mantener la cabeza fría y primar el sentido de la responsabilidad por encima de las legítimas posiciones y proyectos de cada cual.  Ante la magnitud de los retos planteados a nivel global y local, la receta del Monarca (diálogo y altura de miras por el bien común) es la sensata.