Un error popular
Ciencias 'versus' letras
Separar disciplinas en dos bloques impermeables perjudica a la educación... al desarrollo de la Ilustración en el siglo XXI
Jordi Serrallonga
Arqueólogo, naturalista y explorador. Colaborador del Museu de Ciències Naturals de Barcelona.
Jordi Serrallonga
Sucedió en una de esas facultades universitarias que, según reza la tradición local, pertenecen al mundo de las «letras». Tras impartir clase sobre Evolución Humana, me afanaba en embalar los que cráneos desperdigados por la tarima del aula. Fue entonces cuando la alumna se acercó y dijo: «profe... ¿qué es el pH?». Intenté explicárselo embarullado entre homínidos fósiles y plástico de burbujas. Era una cuestión importante; entre otras muchas cosas, porqué para el análisis de un sitio arqueológico cabe discernir si excavamos un suelo ácido o básico. Considerando que la estudiante quería ser arqueóloga, su comentario me dejó KO: «el pH es de ciencias... y yo soy de letras». La mandíbula de Homo erectus –una réplica en resina– se desencajó de golpe, y mis órbitas estaban tan abiertas como las de aquella calavera prehistórica.
Al cabo de un tiempo, en otro escenario y con otro protagonista, ocurrió un percance parecido; aquí, el orden de los factores no alteró el producto. La facultad era de «ciencias» y el sujeto un alumno de Medicina. Pedí que me entregasen un trabajo sobre el comportamiento y ecología de los primeros bípedos africanos. Los estudiantes habían atendido a las lecciones; contaban con descripciones, mediciones, clasificaciones, etcétera, más todo lo que pudieran hallar en la bibliografía. Tenían que redactar unas pocas páginas; algo próximo a un artículo de divulgación que pudieran leer a familiares y amigos. Debían dar rienda suelta a un relato personal siempre construido sobre evidencias científicas: una especie de cuento. La intención era que se alejasen, por unos momentos, de fríos datos y cifras para imaginar a nuestros ancestros moviéndose por las selvas y sabanas de África hace millones de años. Un viaje extraordinario del que tuve que despertar; lejos de lo pretendido, mi propuesta había puesto nervioso al joven galeno: «escribir es de letras; nosotros somos de ciencias»escribir .
La equívoca, artificiosa y aberrante separación entre «ciencias» y «letras» es un mal enquistado a nivel social. En la pandilla del barrio, al menos en mis tiempos, los que estudiaban ciencias eran considerados como los más listos, y los de letras como más tontos. Las asignaturas de ciencias eran las presuntamente «hueso», mientras que las de letras eran tildadas de «marías». Un error popular que adquiere tintes dramáticos cuando carcome las esferas del sistema educativo. En este sentido, discutiendo con una elevada autoridad universitaria, escuché que las carreras de letras se bastaban de una biblioteca mientras que los flamantes y modernos laboratorios estaban reservados para las carreras de ciencias. Craso error. Hemos de erradicar imágenes estereotipadas: ni los filólogos e historiadores viven enclaustrados en polvorientos archivos, ni los bioquímicos de bata blanca se circunscriben a probetas y matrices.
Aprender sin límites
El conocimiento ha de ser interdisciplinar. No existen disciplinas más valiosas las unas que las otras. Al igual que los directores de orquesta, y de cine, se valen de diferentes instrumentos para la creación de una gran obra, el explorador del saber debe manejar todas las herramientas que le permitan aproximarse –con la mayor precisión– a su sujeto de estudio. Separar disciplinas en dos bloques impermeables perjudica a la educación... al desarrollo de la Ilustración en el siglo XXI. De nada nos servirán biólogos, matemáticos, paleontólogos, genetistas o físicos que elaboren sesudas teorías científicas si no son capaces después de integrarlas en nuestra sociedad, ni de divulgarlas con un lenguaje ameno e inteligible (siento no ser uno de ellos). A la vez, de nada servirá que las letras tengan miedo de los números, fórmulas y elementos químicos. Todos los lenguajes de la sabiduría son tan apasionantes como necesarios.
Todos los lenguajes
de la sabiduría son tan apasionantes
como necesarios
Richard Dawkins, en su libro Destejiendo el Arco Iris (Tusquets Editores), escribe: «El asombro reverencial que la ciencia puede proporcionarnos es una de las más grandes experiencias de la que es capaz la psique humana. Es una profunda pasión estética comparable a la música y la poesía más sublimes». Dawkins, además de sus aportaciones científicas al terreno de la Evolución, ha recibido prestigiosos premios de literatura. Las «letras» no están reñidas con las «ciencias», y viceversa. Son un todo.todo Sin ir más lejos, Leonardo da Vinci, Anne Lister, Santiago Ramón y Cajal y Jordi Sabater-Pi, con sus ilustraciones, también nos enseñaron que el arte es ciencia y la ciencia es arte. Lo importante es aprender sin límites.
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