Las protestas tras la sentencia

Los Mossos evitaron el desastre

La extraordinaria actuación de la policía catalana y la coordinación desde el CECOR nos libraron de unos sucesos trágicos

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Andreu Claret

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El grueso del independentismo, empezando por el presidente de la Generalitat, ha juzgado la actuación de los Mossos bajo el prisma del protocolo que la policía autonómica catalana está obligada a seguir. No tengo nada que añadir a la necesidad de que nuestra policía siga pautas que han sido aprobadas por el Parlament. Está es la diferencia entre una policía al servicio de un proyecto democrático y una que se rige por impulsos políticos o por la ley del talión. De hecho,  los mandos de los Mossos, encabezados por su jefe, Eduard Sallent, están revisando imágenes filmadas para ver si las porras se usaron como está establecido y si los balas de foam se dispararon de acuerdo a los procedimientos fijados.

Con la situación que vivió el centro de Barcelona durante unos días aciagos de octubre, seguro que hubo alguna actuación no acorde con la ley. Y no lo digo así para justificar nada. En el sueldo y en el código moral de todo policia va el actuar con la discriminación y la proporcionalidad necesaria por mucho que algunos de los que tienen enfrente lancen rodamientos de metal que pueden resultar mortales, botellas con ácido que pueden producir heridas crónicas o intenten agujerear los depósitos de gasolina de las furgonetas. Pero este enfoque, necesario, no me parece suficiente para valorar la extraordinaria actuación de los Mossos y el agradecimiento que merecen por parte de la ciudadanía.

El peor de los escenarios

Imaginemos por un momento que no hubiese habido coordinación. O que los Mossos hubiesen adoptado una actitud más pasiva frente a la quema de más de mil contenedores o frente al intento de asalto de la Jefatura Superior de Policía. Aquellas dos o tres noches de octubre se hubiesen resuelto con un enfrentamiento entre una Policía Nacional desbordada (por falta de efectivos y menor conocimiento del entramado urbano) y una masa de jóvenes dispuestos a plantarles cara, entre los que se movían algunos aguerridos profesionales de la bronca urbana. Por mi experiencia como periodista en países muy diversos, sé que este es el peor de los escenarios. Entonces es cuando se queman coches de policía o se linchan agentes que quedan aislados y estos replican saltándose todo protocolo, esto es, haciendo uso de sus armas de fuego. Es cuando ya no hablamos de heridos, ni de globos oculares reventados (cuya autoría hay que determinar) sino de muertos.

Estuvimos en un tris. Como todo el mundo, seguí las imágenes de BTV –que merecen un premio periodístico –, y como resido muy cerca de la Via Laietana, me acerqué a ver aquello que la tele no puede mostrar: el ruido de las balas de fogueo, el olor a barricada quemada, las profesionales que levantaban aceras a golpe de pico, los policías aterrados. Comprobé la indignación de aquellos jóvenes por las sentencias, su desprecio por el pacifismo que no las han impedido, su capacidad asombrosa para hacer de una república imaginaria el contenedor de sueños y frustraciones que van más allá del independentismo, y una inconsciencia alarmante de quien no ha conocido la guerra ni ha oído hablar de ella porque son hijos del periodo de paz más largo que ha vivido Europa. También vi el miedo, incluso el pánico, de muchos agentes. Y lo más asombroso fue descubrir la extraordinaria capacidad de mover miles de manifestantes de la Via Laietana, en un santiamén, a otro lugar del Eixample, a través de una 'app'.   

Se rozó el desastre. Y si no se produjo fue por la coordinación que se ejercía desde el CECOR, con la presencia de Sallent y del 'conseller' Buch y la ausencia lamentable de Torra. Las cosas no fueron a más por la decisión de colocar a menudo a los Mossos en primera línea.  Esto no es una crítica a los demás cuerpos, que aguantaron situaciones muy complejas (como se vio en el vídeo filmado desde un furgón de la Policía Nacional) y que merecen el mismo tratamiento, en caso de vulneración de sus protocolos. Es una consecuencia del concepto de proximidad. Como se ve en las películas de Hollywood, cuando más cercana es una policía, mayor suele ser su capacidad de juzgar si una situación requiere seguir en la furgoneta o poner pie en tierra.

Por eso mismo, todos, independentistas o no, debemos estar agradecidos a los Mossos. Por haber aguantado no solo una lluvia de proyectiles sino insultos inmerecidos de 'botiflers' o de ‘fuerzas de ocupación’. ¡Qué barbaridad! A los insensatos que gritaban esto les diría que los Mossos son los que han evitado el 155, o algo peor. Claro que para quienes lo veían todo por televisión desde Waterloo, echando de vez en cuando un tuit al aire, puede que fuera justamente lo que se pretendía.