EL TABLERO CATALÁN
Viaje a ninguna parte
El Consell per la República sigue dando por hecho que Catalunya se autodeterminó el 1-O
Josep Martí Blanch
Periodista
Josep Martí Blanch
No hay fórmula mágica para hacer frente a una resaca. Hay quien se abalanza sobre el botiquín casero en busca de una pastilla, otros lo fían todo al zumo natural recién exprimido. Y existen tambien los que se desayunan empinando el codo de nuevo. Esto último no alivia el malestar, pero permite engañar al cuerpo perpetuando la embriaguez.
El Consell per la República que lidera Carles Puigdemont ha dejado claro que es partidario, al igual que el presidente Quim Torra, la ANC y la CUP, de que sigamos, veintitrés meses después, levantando el porrón para evitarnos eternamente el mal trago de la resaca. El comunicado emitido ayer por la organización de Carles Puigdemont, en el que se sigue utilizando la referencia al “mandato derivado del 1-0” y en el que también se da por hecho que Catalunya ya ejerció el derecho de autodeterminación hace dos años decidiendo que quería ser independiente es una prueba palmaria de ello.
En el texto queda claro que los presos y la sentencia que haga pública el Supremo sólo son un elemento añadido, y no el más importante, de la movilización ciudadana que se intenta poner en marcha para cuando finalmente el Supremo se pronuncie. El acento está puesto en otras cosas y por eso el primer punto de la reivindicación es la exigencia de que se reconozca el resultado del referéndum del 1 de octubre de 2017.
Cuesta entender muchas cosas del texto. En particular que ERC, con dos representantes en el Consell per la República, Rut Ribas y Isaac Peraire, haya dado el visto bueno a este posicionamiento. Maxime teniendo en cuenta su actual estrategia y cuando dos días antes de la Diada, su secretaria general, Marta Rovira, reconocía en Catalunya Radio que al 1-0 le había faltado legitimidad interna. Afirmación que intenta matizar hoy en la entrevista que publica EL PERIÓDICO en la que procura decir, al mismo tiempo, una cosa y su contraria para que en ninguna parroquia nadie se le enfade más de la cuenta.
Actuando de este modo van a poner las cosas muy difíciles a los centenares de miles de catalanes que, sin ser independentistas, sí están dispuestos a participar de aquellas iniciativas que pretendan mostrar la disconformidad, protesta, indignación y exigencia de una vía de rectificación de la condena cuando ésta vea la luz y se cumplan las previsiones más pesimistas.
Piden una respuesta de país, pero invocan únicamente a los suyos, y tampoco a todos. Sólo Òmnium, y ERC -los días que renuncia a estar en misa y repicando- hacen esfuerzos para que la contestación a lo que diga el Supremo rebase el perímetro del independentismo.
El ambiente de la Diada y la menor participación en la manifestación por las calles de Barcelona sirvió para evidenciar las amenazas a las que se enfrenta el soberanismo. La principal, que su público deje de sentirse partícipe de algo que lleva a alguna parte. El Consell de la República, Puigdemont, Torra, ANC y la CUP ya han publicado su catálogo de viajes. El destino es 2017. El fracaso ya experimentado. ¡Más bebida!, metafóricamente, claro. Lo que sea para evitar la resaca.
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