Opinión | Editorial

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Movilizados y buscando una salida

La cifra de manifestantes independentistas muestra a la vez la persistencia de su movilización y su desorientación

Vista de la manifestación de la Diada en la plaza de Espanya, en Barcelona.

Vista de la manifestación de la Diada en la plaza de Espanya, en Barcelona. / periodico

La manifestación del Onze de Setembre de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), el acto de reafirmación anual del independentismo que en los últimos años se ha arrogado la condición de acto central de una Diada que debería representar a todos los catalanes, ha reunido este año a 600.000 personas según la Guardia Urbana de Barcelona. Innegablemente muchas, demasiadas para tildar la asistencia de pinchazo. Y a la vez sensiblemente menos que en convocatorias anteriores. Un síntoma de cansancio o desorientación pero también de la persistencia en la movilización de un sector amplísimo de la sociedad catalana que espera aún una respuesta a sus inquietudes.

La ANC demostró su fuerza en las calles de Barcelona (y en el resto del territorio, de donde llegaron colectivos y familias), en una convocatoria que ha adquirido en los últimos ocho años unas características de ritual de refuerzo y de unidad, a la vez festivo y reivindicativo, del conjunto del independentismo. Lo que no ha conseguido esconder sus diferencias, a pesar de los llamamientos a aparcarlas durante unos días. Aun siendo la organización que preside Elisenda Paluzie la convocante del acto, esos 600.000 manifestantes no pueden ser utilizados como capital en contra de los partidos políticos relegados este miércoles a un segundo plano, y menos para imponerles, con la consigna de la unidad, la estrategia de la unilateralidad. Será más fácil que esta unidad se produzca efectivamente cuando llegue la hora de la protesta en las calles, de la que esta Diada ha sido un ensayo, cuando se haga pública la sentencia del Supremo que se presume condenatoria. Mucho más que llegado el momento de decidir cómo desbloquear políticamente la situación actual de Catalunya. Una decisión que va mucho más allá de la reacción en caliente al fallo judicial que algunos quieren utilizar para volver a incurrir en los errores del 2017, que debería acabar con el estancamiento de un Govern escindido y que no puede llevar a ningún destino constructivo sin reconocer y evaluar todo lo que ha llegado a perder Catalunya en estos últimos dos años. Este miércoles se detectaba entre los manifestantes esa desazón, la de reclamar una salida a los políticos independentistas, sin que se atisbe cuál será y en qué dirección.

Sea cual sea el curso futuro que emprenda Catalunya tras este otoño, sabremos que se habrá conseguido construir una salida válida el día en que una Diada Nacional vuelva a ser un momento de reencuentro y no de división.