El conflicto catalán
Fortalecernos en las urnas o engañarnos en Matrix
Cuanto antes Esquerra y JxCat consensúen convocar a la ciudadanía a votar, antes los ciudadanos se podrán empoderar
Joan Tardà
Exdiputado de ERC.
Joan Tardà
Pronto el independentismo deberá tomar decisiones claves ante escenarios ajenos a su capacidad de intervención. Efectivamente, el éxito o el fracaso de Pedro Sánchez al conformar un gobierno de coalición o programático con Unidas-Podemos no depende ni de Esquerra ni de Junts per Catalunya. Además, el debate del bloqueo ha quedado superado, tanto por el hecho que desde el republicanismo se dejó claro en boca de Gabriel Rufián el porqué de la abstención como por la progresiva decantación de los nacionalistas hacia el diálogo después del 'sálvese quien pueda' de opiniones entre los diferentes actores de Junts por Catalunya (presos, 'pdcats' y 'puigdemontistas'). Nada se puede hacer tampoco en cuanto a la posible inhabilitación del 'president' a raíz de la pancarta en el balcón de la Generalitat ni ante la sentencia del Supremo, de la que se desconoce el calendario y la intensidad de escarmiento.
Verlas venir, sin embargo, no equivale a pasividad; al contrario, exige determinación. Porque las dificultades internas son evidentes. Primero, las que plantea el PSC, legítimas pero cargadas de contradicciones, al afirmar que no negociará con el independentismo si antes no se renuncia a la desobediencia. Planteamiento maximalista que solo pone arena en los cojinetes, de igual manera que los rodamientos también chirriarían si ERC afirmara que no dialogará con Sánchez hasta que no acepte, de entrada, el referéndum de autodeterminación. Y, de otro modo, las CUP y En Comú-Podem no parecen dispuestos a ponderar la intensidad en la crítica, como ha quedado patente con la ley 'anti-Florentino' de Aragonés de contratación pública que impedía el acaparamiento de las adjudicaciones por parte de las 'empresas tiburón' o impidiendo la tramitación del decreto ley Capella para ponderar el precio de los alquileres a través del código civil catalán.
La fractura emocional
Mientras, la represión seguirá contaminando todo. De igual manera que la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010 comportó que las mismas personas que habían ido a votar 'sí' al 'Estatutet' cepillado por Alfonso Guerra a los cuatro días se manifestaran por la independencia, los años de prisión harán crecer la fractura emocional entre buena parte de Catalunya y el Reino de España y determinará el comportamiento de las instituciones. Ahí está el mal negocio de quien para preservar la unidad de España negó el diálogo en el 2014 cuando Rovira-Turull-Herrera se presentaron en el Congreso a pedir la celebración de un referéndum y después se abonaron a la represión antes que conseguir el consentimiento del catalanes.
Pero ni el Gobierno tiene suficiente capacidad para encarar solo el reto titánico que exige una resolución democrática del conflicto ni el resto de actores políticos catalanistas pueden rehuir asumir las responsabilidades de liderazgo compartido que les corresponde (caso de las independentistas CUP y los autodeterministas Comuns) o mantenerse encumbrados en el no reconocimiento de la imprescindibilidad de establecer una mesa de negociación basada en el principio de realidad (caso de los socialistas).
Y como al fin y al cabo en las sociedades democráticas las crisis se metabolizan a través de las urnas, es evidente que cuanto antes Esquerra y JxCat consensúen convocar a la ciudadanía a votar, antes los ciudadanos se podrán empoderar. De eso se trata, de empoderamiento. Dicho en otras palabras, si la sentencia del Supremo obligará a cualquier ciudadano a reflexionar sobre el absurdo de la represión y sobre cuál debe ser su respuesta movilizadora, ¿qué sentido tiene que a esta misma persona se le impida, al mismo tiempo y en paralelo, trasladar a las urnas el producto de su reflexión?
La voluntad mayoritaria en Catalunya
Se preguntaba la dirigente nacionalista Míriam Nogueras qué se podría hacer después de unas elecciones convocadas a raíz de la sentencia que no se pueda hacer ahora. Pregunta retórica porque sabe la respuesta: la catarsis de las urnas al abrigo de la sentencia (y una probable superación del 50% de votos independentistas) debería posibilitar un Govern que reuniera a las cuatro fuerzas políticas (Junts, Comuns, CUP y ERC) que representan la voluntad mayoritaria existente en Catalunya, es decir la favorable a un referéndum para hacer posible una negociación con el Estado. Y de rebote, pues, una llamada a la responsabilidad colaborativa del PSC.
Y dos conclusiones: si el futuro Gobierno no asume la necesidad de dialogar sobre el referéndum, deberá mantenerse en el ejercicio de la represión, lo que es sinónimo de derrota porque la democracia quedará bajo mínimos. De igual manera, el independentismo debe ser lo suficientemente fuerte para encarar con fuerza el primer nivel de confrontación democrática con el Estado, es decir, conquistar este escenario de negociación.
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