LA CLAVE

La conspiración de Barcelona

La cifras son inequívocas: los delitos violentos crecen. Tan absurdo o irresponsable o ruin es instrumentalizar la realidad para sacar tajada política como negarla

Dos Mossos d'Esquadra patrullan cerca de la Sagrada Família.

Dos Mossos d'Esquadra patrullan cerca de la Sagrada Família. / Europa Press

LUIS MAURI

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Diana de Gales fue asesinada en una operación encubierta de un servicio secreto. Los judíos inventaron el Holocausto. El Gobierno de Roosevelt propició el ataque japonés a Pearl Harbor. El de Rajoy hizo lo mismo con los atentados terroristas del 17-A en Catalunya y el de Zapatero ocultó la autoría real de la masacre del 11-M en Madrid. Y en las calles de Barcelona no hay un incremento de la delincuencia violenta, sino una campaña del Estado para desacreditar a la Generalitat independentista y enviar guardias civiles a Catalunya. De traca.

¿Cómo es posible que tanta gente crea en teorías carentes de fundamento y de pruebas? El director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco, Juan Ignacio Pérez, entiende que la respuesta está en la condición psicológica humana: "Nuestra mente no ha evolucionado bajo la necesidad de procesar información sobre el funcionamiento de complejas sociedades industriales. Lo ha hecho bajo las presiones de entornos que ahora consideramos salvajes, en los que el alimento, los depredadores y la búsqueda de pareja reproductora eran los elementos que decidían las posibilidades de sobrevivir con éxito". Por esto somos tan propensos a creer en factores ocultos, a aceptar y abonar relatos fantasiosos si creemos que dan sentido a lo que sucede.

Conspiraciones reales

No todo es conspiranoia, por supuesto. Hay conspiraciones reales, algunas estremecedoras. El asesinato de Julio César, la matanza de los Abencerrajes en la Alhambra, el asesinato de Trotsky (un crimen 'nostrat'), la Revolución Cultural china, el Irangate, la patraña de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein para desencadenar la guerra… Una letanía ignominiosa y sin fin.

Barcelona no es una ciudad especialmente insegura comparada con otras ciudades europeas; es segurísima si el contraste es con las americanas. Pero la inquietud no nace de un parangón exterior, sino interior. Barcelona comparada consigo misma. La cifras son inequívocas: los delitos violentos crecen. Tan absurdo o irresponsable o ruin es instrumentalizar la realidad para sacar tajada política como negarla. Las causas no encierran un gran misterio: infradotación de Mossos, banalización de la política de seguridad de la ciudad en los últimos años, políticas sociales insuficientes y tolerancia con la reincidencia.  

¿Ya sabían que el hombre nunca pisó la Luna? La CIA, o la NASA, o la NSA nos tienen engañados. Ah, y Elvis está vivo.