INVESTIDURA BLOQUEADA
Atracción por el abismo
¿Estarán PSOE y Unidas Podemos realmente dispuestos a tirar por el despeñadero las ilusiones y la paciencia de quienes confiaron en ellos?
Rosa Paz
Periodista. Comité editorial de EL PERIÓDICO
Rosa Paz
Cuando queda justo un mes para intentar de nuevo que Pedro Sánchez sea investido presidente o para que, en caso contrario, se convoquen nuevas elecciones, la situación parece estar en el mismo punto donde quedó en la investidura fallida de julio. O peor. Porque en las cuatro semanas transcurridas desde entonces PSOE y Unidas Podemos no solo no han acercado posiciones sino que se han lanzado dardos más envenenados que nunca y, salvo que haya habido reuniones secretas, ni siquiera se han sentado a hablar.
De hecho, los socialistas rechazaron el martes con dureza la última propuesta de Pablo IglesiasPablo Iglesias, en la que casi venía a aceptar la vicepresidencia y las tres carteras ministeriales que le ofreció Sánchez en julio y que el podemista descartó porque le parecían insuficientes. El presidente en funciones está siendo coherente con su advertencia de entonces de que su propuesta decaía para siempre. Pero no está siendo pragmático si lo que desea es ser reelegido presidente en septiembre en el Congreso de los Diputados.
Las cosas están, por tanto, como estaban hace un mes y muy lejos de la ilusión que los resultados electorales despertaron en el progresismo hace ya cuatro meses. Ahora el PSOE plantea el apoyo externo de Unidas Podemos a un Gobierno monocolor o elecciones, y Unidas Podemos pretende un Gobierno de coalición o elecciones. Ambos partidos parecen sentir una atracción fatal por acercarse al borde del abismo y no muestran miedo alguno a caer en él. ¿Será este el famoso gen de autodestrucción que se atribuye a la izquierda? ¿Estarán realmente dispuestos a tirar por el despeñadero las ilusiones y la paciencia de tantos ciudadanos que confiaron en ellos?
En ese punto las opiniones difieren según el grado de optimismo o de pesimismo de los dirigentes políticos o de los analistas. La mayoría parece decantarse por una irremediable repetición electoral, aunque hay otros que aún creen que a Sánchez y a Iglesias -que tanto se detestan- les une su vocación por llevar las cosas hasta el extremo, para una vez ahí ver quién cede. Un juego muy peligroso si alguno de los dos o los dos quieren evitar volver a las urnas, porque podría ser que en su envalentonamiento acabaran en el precipicio.
El cuento de la lechera
Porque ¿qué resolverían unas nuevas elecciones? Los votantes de izquierdas, defraudados, estarían más desmovilizados que el 28 de abril y se correría el riesgo de que las tres derechas sumaran. Pero incluso si eso no ocurriera y el PSOE mejorara sus resultados a cuenta de una nueva caída de Unidas Podemos, Sánchez seguiría necesitando el apoyo de Iglesias para ser investido. Es decir, estaríamos en las mismas. O quizá algún estratega socialista piense que también caería Ciudadanos y que esa situación forzaría al ahora impasible Albert Rivera a cambiar su estrategia y pactar con el PSOE. El cuento de la lechera.
Y mientras nada se mueve, Sánchez se refugia en la política internacional. El domingo irá invitado por Emmanuel Macron a la reunión del G-7 en Biarritz. En ese ambiente se siente cómodo. Aunque si no estuviera en funciones podría sentirse mejor aún.
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